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Donald Trump, EE.UU.; Recep Tayyip Erdogan, Turquía; Vladimir Putin, Rusia; Rodrigo Duterte, Filipinas; Abdel Fatah Al-Sisi, Egipto; Xi Jinping, China.
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Donald Trump, EE.UU.; Recep Tayyip Erdogan, Turquía; Vladimir Putin, Rusia; Rodrigo Duterte, Filipinas; Abdel Fatah Al-Sisi, Egipto; Xi Jinping, China.

Los “machos-alfa” del poder

  • Donald Trump, Vladimir Putin, Rodrigo Duterte, Xi Jinping, Recep Tayyip Erdogan y Abdel Fatah Al-Sisi pertenecen al nuevo modelo de gobernantes que quieren eternizarse en el poder “con mano dura”.

martes 03 de abril de 2018, 13:47h

03ABR18 – MADRID.- Las presidencias de varios países se llenaron de “grandes machos”. Políticos (supuestamente modernos) que a punta de “mano dura” y un derroche de testosterona se quedan en el poder durante años, gracias, entre otras cosas, a un teatro electoral en el que se aseguran de no tener rival.

El último caso es el del presidente egipcio Abdel Fatah Al-Sisi, quien según datos confirmados ayer, fue reelegido para un segundo mandato con el 97,08 % de los votos, un resultado que no sorprendió a nadie: su único rival era también su aliado.

Al-Sisi llegó al poder en 2014, en unas elecciones que ganó con el 96,9 % de los votos, y que se celebraron después de que derrocara al presidente islamista Mohamed Mursi. Al-Sisi es un fiel representante de la mano dura: ha cerrado periódicos, expulsado a la prensa internacional, perseguido opositores y, según organizaciones, uno de los principales violadores de derechos humanos.

Se veía venir. Al-Sisi, jefe del Ejército, lanzó el 14 de agosto de 2013 una operación en que policías y soldados mataron en solo unas horas a más de 700 manifestantes proMursi en pleno centro de El Cairo.

Human Rights Watch (HRW) calificó los hechos de “matanza masiva” similar “probablemente a un crimen contra la Humanidad”. Durante su campaña para las presidenciales de 2014, Al Sisi consideró que “hablar de libertades” no debería primar sobre la “seguridad nacional” y afirmó que se necesitarían “de 20 a 25 años para instaurar una verdadera democracia” en Egipto.

Y es que esa palabra poco y nada les interesa. Rodrigo Duterte, presidente de Filipinas, otro miembro de este clan de “machos alfa” en el poder, fue calificado este año por la CIA como “una amenaza para la democracia filipina”. Nada nuevo.

Antes de llegar a la presidencia, en 2016, Duterte fue edil de Davao, en la isla de Mindanao. Allí promovió la creación de escuadrones de la muerte. En plena campaña presidencial aseguró: “Cuando sea presidente daré órdenes a la Policía y al Ejército de buscar a esa gente (drogadictos y delincuentes) y matarlos a todos, olvídense de las leyes de derechos humanos, voy a descuartizar criminales delante de ustedes si así lo desean”.

Su campaña antidrogas ha dejado en cerca de dos años más de 7.000 muertos.

Las denuncias le resbalan, como a Vladimir Putin, quien lleva 18 años al frente del Kremlin en Rusia y acaba de ser reelegido hasta 2014. Al igual que sus colegas y mencionados no tuvo rival en las urnas.

Putin ,creador de esta nueva escuela de machos poderosos, ha dicho en varias entrevista que “la democracia según los modelos vigentes en los países más civilizados es débil, manipulable y propensa a innumerables trampas”. Por eso creó la “democracia soberana” rusa, en la que Putin se reserva todo el poder.

El presidente ruso, que suele mostrar su hombría sumergiéndose en heladas aguas, cazando osos y mostrando que nadie lo derrota en judo, presume de su “mano dura” contra el terrorismo, desmontó las incipientes democracias en su patio trasero (exrepúblicas soviéticas) y ha ejercido una perversa influencia en otros mandatarios.

Putin, quien habría influido en las elecciones presidenciales que ganó Donald Trump en Estados Unidos, parece extender más su influencia en otros procesos electorales. Fue el único que apoyó la purga que emprendió su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan, tras el intento de golpe de Estado. Hoy las relaciones entre Turquía y Rusia fluyen tanto que Putin llegará hoy a Ankara para analizar la guerra en Siria, en la que los dos mandatarios son claves.

Eso lo sabe Trump y por eso invitó a su amigo ruso a reunirse en Washington, el pasado 20 de marzo cuando por teléfono felicitó a Putin por su “indiscutible triunfo” en las urnas. En campaña, Trump declaró su admiración por el ruso y señaló que hasta tenían rasgos comunes. Los tienen, sólo que Putin sí actúa. Trump, en su derroche de hombría, amenaza, amedrenta, grita y luego ofrece negociar. “Porque yo no pierdo”, dice. Hizo eso con Xi Jinping, el líder de China, con quien se acaba de enfrascar en una guerra comercial. Xi es el más poderoso dirigente chino desde Mao Tse-tung.

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