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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan…”

Stephen Hawking

Por Germán Ubillos Orsolich (*)

miércoles 14 de marzo de 2018, 21:42h

14MAR18 – MADRID.- ¡Cuántas veces habré hecho mención de este hombre, figura universal en mis libros, en mis guiones de televisión, en mis artículos de prensa, en mis charlas cara al público!. ¿Qué representaba este astrofísico británico muerto hoy en su casa de Cambridge para mi generación?

Stephen Hawking

Stephen Hawking representaba la batalla heroica que de alguna forma libramos todos entre el cuerpo y el alma, o por mejor decir entre el ánima o el ánimo por seguir viviendo a pesar de las dificultades que nos presenta la vida, a pesar de ese precio que hemos de pagar todos en este mundo por ser libres y por ser felices, el precio que no llegan a pagar los suicidas porque no pueden más.

Diezmado por la enfermedad, postrado en la silla de ruedas, sin poder tan siquiera vocalizar las palabras y hacerlo con un modelador de voz, ha alcanzado la fama mundial por su talento excepcional y su voluntad de hierro al definir y describir leyes, cuerpos celestes desconocidos, la teoría del bigbang sobre el origen del universo, la necesidad imperiosa de salir de nuestro pequeño planeta llegado un momento en el que este no pueda albergarnos o nosotros mismos lo hagamos inhabitable.

Se han hecho películas inspiradas en su vida. A todos nos ha impresionado verle dando sus conferencias magistrales en esas condiciones tan patéticas, porque como repito desde siempre, la mente es joven, el alma dicen que es inmortal y el cuerpo es una pena, es un desastre.

Y así mismo pienso que “llegarás hasta donde llegue tu ilusión”, y la ilusión de este hombre ejemplar, modelo para todos nosotros, era la de desentrañar, la de ir más allá de lo conocido por la ciencia. Newton, Einstein, Hawking tres monstruos de la ciencia del universo.

Es curioso y un poco patético el que Hawking no fuera creyente, cuando quizá la prueba más fehaciente de que en los seres humanos hay algo inmortal, algo como decía Sócrates que pervive más allá de la muerte del cuerpo, era precisamente él mismo.

Stephen Hawking ha aprovechado su vida de una forma ejemplar, el tiempo que nos ofrece el destino apurado hasta el límite, otro “trapero del tiempo” como llamaban a don Gregorio Marañón, otro ejemplo a seguir.

Para mi Stephen Hawking no ha muerto, lo llevaré siempre en el corazón sin haberle conocido personalmente. Porque cuando llegas a la vejez y caes fulminado en una peluquería sin conocimiento, y pierdes un ojo por un infarto venoso y el Párkinson te diezma, te gira la cadera y empieza a dolerte todo, siempre tienes la imagen de un héroe al que seguir, de un santo al que imitar, de un sabio al que admirar.

Y ese es Stephen Hawking.

(*) Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.

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