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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan…”

La vida sigue igual

Por Germán Ubillos Orsolich (*)

domingo 25 de febrero de 2018, 22:19h
La vida sigue igual

25FEB18 – MADRID.- Años cincuenta siglo XX. Julio juega al fútbol en el patio del colegio, Germán, no muy dado a los deportes, le ve jugar, comparte clase con él, con los “cuatro de letras”, vamos. En la iglesia a veces sentados juntos, viene Charo de la Cueva por detrás, viene taconeando, y él le dice: “¿A que mi madre está buena?”.

Década de los setenta, siglo XX, Julio ha ganado el Festival de la Canción de Benidorm, a Germán le dan el Premio Nacional de Teatro, se ven repetidas veces en Madrid, en el Hotel Villamagna, en el Hotel Barajas, en su actuación en el Bernabéu y cena posterior semiprivada.

Años ochenta, siglo XX. Germán visita a Julio en Nueva York, se ven en el Hotel Plaza, junto a Central Park desayunando y en el Radio City Music Hall, sobre todo en el camerino. Germán va con Emmita, una belleza hispanocubana y con su hermana Mercedes; Julio se fija en Emmita, no la pierde ojo, los dos reímos. Mi hermana disfruta.

Germán viaja mucho, Julio también, él se ha casado con Miranda, él lo va a hacer con Elena. La salud de Julio no es buena, le duele la espalda y la ciática, Germán está operado de un Mal de Pott, pero los dos son tercos y tenaces. Germán ha sufrido una depresión de abrigo, Julio se la ha pasado en Punta Cana.

1995 muere el padre de Germán. Julio es famoso en el mundo entero ha vendido millones de discos, lleva mal cumplir años; Germán también, lo lleva muy mal, ha publicado muchos libros, de alguno se han hecho filmes, ha escrito series para la Televisión y tiene una hija preciosa.

Ambos llevan una vida trepidante, gozan de salud y de éxito, la vida es una fiesta para ellos.

Final del siglo XX. Mueren el doctor Iglesias Puga, padre de Julio, y sucesivamente la madre de Julio y la de Germán.

Ambos siguen trabajando, saben que el trabajo les salva de todo lo demás; aman su trabajo, lo adoran, quisieran morir en el escenario, Julio es mucho más que un cantante, es una estrella de fama mundial, Germán cultiva el teatro, la narrativa, el ensayo, la televisión, no le gusta que le llamen escritor, quiere que le llamen “artista”.

Año 2017, siglo XXI, Julio y Germán cumplen 75 años, él vende Punta Cana y pone en venta Indian Creek, conserva Marbella y se instala en Panamá. Germán vende Escorial y dona parte de Conde Duque, abandona Alberto Aguilera. Los dos sienten que la mente es joven, quizá ahora más que nunca, pero que el cuerpo es una mierda. A ambos les han encantado las mujeres, a Julio le gusta decir sus amores, ambos son truhanes y son señores a un tiempo.

Julio dice, “te retiras cuando no puedes más o cuando el público te retira”. Germán gusta decir, “llegarás hasta donde llegue tu ilusión”. A los dos les gustaría vivir más, mucho más, pero se están organizando.

Ambos reconocen al unísono que “nuestro mayor éxito es estar vivos”.

A ambos les vigilan y les cuidan sus mujeres. Ambos creen en Dios.

Ambos saben lo que es el dolor y lo que es el triunfo, ambos conocen la fama y los aplausos. Ambos saben que queda “poco horizonte”, que un día eres un triunfador pero al siguiente no importa la fama que tengas, puedes ser un perdedor.

Ambos desearían seguir cantando y escribiendo algún día Más Allá de las estrellas, en el espacio profundo.

Quizá poder volver a cantar “La vida sigue igual”.

(*) Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.

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