www.euromundoglobal.com

Opinión: “Mi Pequeño Manhattan…”

La era de la depresión

Por Germán Ubillos Orsolich

jueves 11 de enero de 2018, 22:27h
La era de la depresión

12ENE18 – MADRID.- El siglo XIX y principios del XX fue la época de la histeria, la autoridad represiva del padre y el rígido orden jerarquizado reinante daban niños que se orinaban en la cama y mujeres histéricas que en la época victoriana eran curadas mediante la hipnosis, pero sobre todo en el diván de un médico del espíritu que trabajaba en Viena. Freud, con su estudio e interpretación de los sueños y el inconsciente, ayudaría a encontrar las causas profundas que hacía a estas mujeres desdichadas.

Más adelante, a raíz de las dos guerras mundiales, llegarían los tiempos de la angustia, la angustia existencial manifestada por pintores pero sobre todo por los escritores llamados existencialistas y que tuvieron su centro de gravitación en Francia. El teatro del absurdo hablaba también – aunque con otros matices de esa angustia -. Desde Sartre a Camus, desde Beckett a Adamov, la sombra, la resaca de aquellas matanzas bélicas atroces, había dejado sus huellas en los ciudadanos occidentales radiografiados por intelectuales y artistas.

Ahora, curiosamente, hemos llegado a la época de la depresión. Todos dicen estar más o menos “depres”; cuando llueve, en primavera, cuando se regresa de las vacaciones, es la palabra más utilizada por la gente, como antes fue la histeria y más tarde la angustia. Es un vocablo querido de la juventud y particularmente y con frecuencia me encuentro con gentes que han experimentado en sus vidas o que actualmente padecen una depresión.

No soy médico y por lo tanto no pretendo explicar aquí sus raíces bioquímicas o psicodinámicas ni entrar en tal o cual escuela, sencillamente hacer algunas observaciones de tipo sociológico o cultural al respecto.

La depresión es tan antigua como el mundo, la padeció Nabucodonosor, que cuentan anduvo por su palacio a cuatro patas como un cerdo hasta que un buen día se irguió y volvió a reinar. Gironella la describe muy bien en su libro “Los fantasmas de mi cerebro”. Juan Ramón Jiménez la sufrió y hay versiones de que fue la causa que motivó el suicidio de Ernesto Hemingway. Salvador Dalí también la padeció y afirmaba con sus bigotes mefistofélicos algo alicaídos que “era un caracol”. Mis conocidos y queridos Julio Iglesias y José Luis Garci la han padecido, he incluso coyunturalmente y en algún que otro momento el gran Delibes.

Socialmente el ritmo trepidante de las costumbres, la evaporación de las creencias y principios en los que se sustentaba la vida, la masificación de las megalópolis, el gigantismo de todo ha podido incidir en esa sensación depresiva del individuo.

Simultáneamente los medios de comunicación de masas introducen en nuestros cerebros todos los horrores del mundo concentrados en pocas imágenes, en pocos segundos, desde el niño que muere lentamente atrapado en el fondo de un pozo, hasta los cuerpos descuartizados de las víctimas del terrorismo. Las noticias que más se venden suelen ser las malas, las entrañables y esperanzadas brillan por su ausencia. La institución familiar – el principal fundamento del desarrollo armónico del individuo – se ha visto fustigada y atacada sin piedad, se exige de ella todo, consuelo, apoyo, satisfacciones, comprensión, etc, y no se le da nada a cambio, o por lo menos los estados modernos no la protegen en la debida medida. Aparece por todo esto una generación que anhela instintivamente una calidad de vida totalmente incompatible con el gigantismo de nuestras estructuras económicas y tecnológicas. En una charla con el profesor Rof Carballo incidíamos en lo que el “New York Review of Books” decía: “el narcisismo tiene la llave del movimiento de conciencia y el clima moral de la sociedad”. Los jóvenes son incitados desde la televisión imitar a ídolos de equívoca calidad moral e intelectual.

Tristemente cuanto mayor es el aparato industrial y mediático más endeble es la familia, ya que el primero sustrae sus recursos de la segunda. Todo esto fue observado con perspicacia por R.D. Laing y expresado magistralmente por Theodore Roszak.

La era de la depresión ha ido pasando, como pasaron la de la histeria y la de la angustia. La vida últimamente desde la gran crisis de las hipotecas ninja y la explosión de la pompa inmobiliaria, se ha ido trocando más precaria, con salarios a veces misérrimos y contratos temporales de muy baja calidad. Suele decirse que en épocas de guerras o de revoluciones no hay depresiones, la depresión es a veces también propia de las sociedades opulentas como las nórdicas con pocos problemas reales. ¿Qué época nos aguarda?, ¿ cuál será el sol que brille para las nuevas generaciones?. La vida en sí misma es curativa – como me decía el profesor Rof Carballo en su lujoso y umbrío despacho de la calle de Ayala semi- esquina a Serrano – hace ya algunos años.

La vida en sí misma, añadiría yo, es suficientemente maravillosa y rica como para renovarse y obrar toda suerte de milagros. La vida – ha dicho algún escritor que no recuerdo – es infinitamente más rica y profunda que la más impresionante de las fantasías.

(*) Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (20)    No(0)

+
0 comentarios
Portada | Hemeroteca | Índice temático | Sitemap News | Búsquedas | [ RSS - XML ] | Política de privacidad y cookies | Aviso Legal
EURO MUNDO GLOBAL
C/ Piedras Vivas, 1 Bajo, 28692.Villafranca del Castillo, Madrid - España :: Tlf. 91 815 46 69 Contacto
EMGCibeles.net, Soluciones Web, Gestor de Contenidos, Especializados en medios de comunicación.EditMaker 7.8