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Opinión: “Decíamos ayer…”

Poesía Eres Tú

Por Concha Pelayo (*)

domingo 31 de diciembre de 2017, 11:22h
Poesía Eres Tú

31DIC17 – ZAMORA.- Continuando con esta serie de artículos para refrescar la memoria, pasados cuarenta años, refresco yo la mía y la ofrezco a los lectores en este artículo que titulo como reza: Poesía eres tú. Fecha 1995

Poesía Eres Tú

“Cada vez que Claudio viene a Zamora suele ser con motivo de algún acto solemne. Hace algún tiempo fue la inauguración de una calle que lleva su nombre. El viernes pasado se entregaba el Primer Premio de Poesía Claudio Rodríguez. Su ilustre nombre sigue haciendo camino.”

“La sobriedad de los actos que Claudio protagoniza suele contrastar con ese Don inspirador, el de su ebriedad perenne y prolífica. En Claudio no se sabe en qué momento de esa ebriedad le salen los versos o escudriña las palabras para hacer de su poesía una sinfonía de conjuros.”

“Me congratulo de haber formado parte del jurado de aquél Primer Premio de Poesía Claudio Rodríguez y fui invitada a una cena en el París donde compartí mesa y mantel con Claudio, a mi derecha y Luciano García Lorenzo a mi izquierda. Nunca mejor acompañada me viera. A continuación de Claudio, Jesús Hilario Tundidor. La conversación se inició con fluidez. Claudio me retó a mirarle fijamente a los ojos durante un minuto. Me dijo que nadie aguantaba su mirada. Mientras nos mirábamos le dije que no se fijara en mi ojo izquierdo pues aquella misma mañana se me había detectado una conjuntivitis alérgica, -era cierto- lo que provocó su risa y se rompió el trato.”

“Iba refiriéndome Claudio sus pasiones, sus gustos, sus tabúes. No quiso que le hablara de sus hermanas, mis dulces y entrañables amigas de adolescencia y juventud. No le gustan las mujeres delgadas. No le dice nada el dinero. Es muy frecuente que no lleve un duro encima. Una noche, Francisco Rabal y él, -son grandes amigos-, se fueron de copas y ninguno de los dos pudo pagar porque no llevaban dinero. Muchas risas. Le gustan, sobre todo, la mirada de las mujeres y el tono de su voz. Una mujer puede ser bellísima, pero si su tono de voz es chillón deja de gustarle inmediatamente.”

“Así iba transcurriendo la velad. A mi izquierda Luciano, educado, amabilísimo, inteligente e inteligible, culto, iba recopilando datos de su memoria, algunos nombres de amigos comunes de tiempos pasados en el instituto C claudio Moyano cuando don Eulogio, doña Concha Alonso (y Carbajal), don Albino, nos inspiraban a los estudiantes, tan tímidos y respetuosos siempre, un indestructible reconocimiento a lo que representaban. Eran otros tiempos. Los profesores eran, para mí lo eran, como dioses descendidos del Olimpo. Así los veíamos, con esa distancia, con esa dignidad. Y era bueno. Hilario, encantador, hacía constar, cada vez que me miraba que mis ojos le recordaban a los de las águilas. Me recordaba de la última vez que vino a Zamora con motivo de las jornadas que él organizó: “Plantar el Mayo”. Estuvo halagador en todo momento, romántico. Hablabas con su voz rota, con la mirada inocente. Los ojos de Jesús dan la sensación de que van a romper a llorar en cualquier momento. Ya en los postres, higos rellenos de nueces y bañadas en chocolate, exquisitos. Claudio seguía hablándome sin parar. Para entonces, el nivel de su ebriedad había llegado a ese punto en el que su inspiración alcanza el clímax adecuado, aunque su interlocutor se pierda entre sus palabras.”

“Una noche, en Viena, cenaba en la Embajada. A Claudio le gustaba la mujer del embajador. Era hermosa y a él sólo le interesaba la mujer del embajador. De aquel pasaje sólo capté ese detalle.”

“Cambiaba de tema continuamente. Me decía que reparara en los comensales. “Mira, me –decía-, se parecen a un cuadro de…. (Citó un nombre que no supe descifrar, pero debía ser especializado en pintar temas de la Edad Media) Mira, observa cómo se mueven los personajes…sólo cambian los trajes. Volvía a citar al pintor. “Fíate en aquella mujer, ¿a quién te recuerda?....se quedaba pensando. ¿A los personajes femeninos de Renoir? – le decía yo-. Exactamente, a Madame Carpentier. Sí, eso es. Se volvía loco, como un niño, porque adivinaba lo que él estaba pensando. “

“Salieron a relucir Platón y Aristóteles. Le atrae más Platón. Citó también a Foucault, incluso al alcalde Antonio Vázquez, a su familia. Conoce a todos sus miembros. Le dio un mensaje para él al teniente de alcalde Miano que se encontraba entre los asistentes.”

“Así fue transcurriendo el tiempo. Algo más de dos horas. Fue una velada perfecta. Una cena compartida con estupendos personajes de la época, del momento. El principal, cual es el afortunado ganador del Premio de Poesía con su mujer, el presidente de la Diputación, Antolín Martín, Miguel Unamuno y Piliar, Miguel Ángel Mateos, Luis Quico, Antonio Pedrero, el profesor Pierna y su mujer. Las esposas de Claudio e Hilario, algunos más que se me olvidan…Todos disfrutamos de la compañía de dos ilustres zamoranos universales.”

“La cena concluyó, pero no el ambiente y la grata sensación que, para entonces, intuyo, invadía a todos.”

“Se confabularon la ebriedad y la sobriedad. Se confundieron los significados. Se perfilaron algunos versos. Se cuestionó que qué era la poesía. Los poetas me dijeron que era yo. Estaban a mi lado. Cómo no. “1995

(*) Concha Pelayo es escritora y miembro de AECA y FEPET

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