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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan…”

Paloma o el futuro

Por Germán Ubillos Orsolich (*)

jueves 16 de noviembre de 2017, 01:07h
Paloma o el futuro

16NOV17 – MADRID.- Una de las características de nuestra época es la sobreinformación, pero no el espíritu crítico ni la genialidad que generalmente aparecen en unas épocas de la historia del mundo de una forma sorprendente pero escondida.

Suelen poseerla personas muy sencillas que incluso viven en lugares apartados, poco conocidos, así pasó con Jesús de Nazaret, con Marie Curie o con Emily Bronte. Es sorprendente pensar que no han recurrido a la ayuda de césares, faraones o reyes. Muchos han llevado una vida oscura y apartada y sin embargo han dado origen a cambios sustanciales en el progreso humano, yo me atrevería a decir cualitativos y decisivos.

También es muy corriente que hayan sido identificados muchos años después de su desaparición por este mundo. Una de esas personas puede ser Paloma Mejía.

De vida relativamente modesta, encerrada en un mundo apacible, pero pequeño, alejada de los fastos del mundo, de oropeles, parafernalias y coronas de laurel.

Solo gentes raras, quizá un poco como ellas, se dan cuenta lo que supone estar en su presencia.

Con el talento como el de Newton, Einstein o Freud, realizan su trabajo cotidiano sin que la gente y sus gobiernos se den cuenta ni intuyan que están cerca de un genio. De largos cabellos, mirada penetrante y a la vez asombrada, asombrada porque generalmente el genio se asombra de todo cuanto ve, tiene ese ingenuo asombro de la infancia, de los niños y niñas que contemplan fascinados una hoja caída, una mariposa que vuela ante sus ojos, o un gorrión que parece temblar subido en una rama. El ejército uniformado de todos los demás no suele comprender, a lo más envidiar o ignorar.

Pero si estas atento, te tomas tu tiempo y tienes la suerte de pararte asombrado ante esa mariposa o ese gorrión, es que estás lector amigo muy cerca del arcano escondido que va a cambiar el mundo.

Pero vayamos al grano, este breve paisaje es para situar al lector en la vida y el quehacer de una renovadora del teatro actual, renovadora de espectáculos teatrales encasquillados en un pasado arcaico y rancio que nada dice a las personas jóvenes o a los más viejos pero con mente joven. Y esa figura a la que me refiero es Paloma Mejía. Pues bien, quien se anime que vaya a ver cualquier montaje suyo; quedará embobado, fascinado y hechizado, entiendan o no entiendan de teatro. Montajes como “Los Miserables”, de Víctor Hugo, “La casa de Bernarda Alba”, de García Lorca, o el “Conde de Montecristo”, o “El Cometa Azul”, verá algo nuevo, fresco y genial, lleno de innovaciones, de pequeños de talles y aciertos, de una originalidad, ligereza y fuerza inimaginable en un ser humano.

Y es que el genio, la fuerza transgresora que te deja en suspenso, no se adquiere en academias o tratados teatrales, “se tiene o no se tiene” y eso es de nacimiento. El talento, el genio de Paloma solo lo he presenciado en algunos montajes en Nueva York o en Londres, cuando viajaba a esos lugares con asiduidad en el pasado siglo XX.

Esa encarnación, esa materialización de todas sus geniales fantasías las hace, las prueba y las estrena en el “Teatro Victoria” de la calle del Pez de Madrid. Por eso hay que saludar con gozo a ese genio auténtico, genio de nacimiento que no se adquiere – repito - en academia alguna. Manolete, Di Stéfano, Vincent van Gogh, Mozart, Picasso, llevaban dentro el genio que lleva Paloma.

Sublima cuanto toca, ese teatro, el “Espacio Victoria” es el laboratorio, la cueva de “Alí Babá” donde cobran corporeidad todas sus fantasías No quiere otra cosa y hace bien, arropada como está por otros dos fuera de serie: Juan Carlos Rodero y Graciela Capara.

Me gustaría que probaran sus espectáculos insólitos como “El conde de Montecristo”, “Los Miserables”, “La casa de Bernarda Alba”, “Cyrano de Bergerac” o “El cometa azul”.

No se arrepentirán, van a ser testigos por unos minutos irrepetibles de ese futuro que les espera, el teatro del futuro hecho presente.

Porque Paloma Mejía, esa mujer ligeramente tímida y de ojos azules y asombrados, es el futuro.

(*) Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.

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