Primera entrega lírica de un gran poeta

Viene precedido por la publicación de dos novelas, La vida epifita (2012) y Séale la tierra ligera (2014), también reveladoras de un gran talento literario y por el afán de profundizar en los aspectos más íntimos y trascendentes de la condición humana. El libro que voy a comentar, cuyo título es La Fábrica, ha sido editado por Devenir, en su colección Devenir Poesía, que dirige Juan Pastor y ya ha comenzado a llamar la atención en los medios poéticos de Madrid, sobre todo en un acto de presentación celebrado recientemente en el Café Gijón.

Sabe Borja Campo Alange --lo deduzco tras la lectura de La Fábrica-- que la poesía consiste en la reconstrucción de nuestras emociones, en la pasión por adentrarnos en todo aquello que nuestra imaginación nos invita a reconstruir. Sustancia de la memoria, de nuestros sueños. Y nos sitúa al filo del fenómeno creativo: A mi manera, acepto/ esta infinitud de los hechos esta prolongación/ desde nosotros/ a través del arte cambiante ruidosa estética oración laica,/ y acepto mi presencia más allá del sistema/ de la memoria. De la memoria adormecida, parece querer decir. Somete el poeta la Gramática a sus urgencias expresivas, ajustándola a las médulas de su propio arte literario, llegando al fondo de su Poética: La materia prima no es la palabra,/ ni la partícula./ La materia prima soy yo. Borja Campo Alange nos recuerda otras muy antiguas definiciones de poéticas anteriores al Renacimiento.

Se ha dicho por los grandes estudiosos de la literatura, que la poesía es la más alta expresión de cualquier género literario, definición que nadie ha sido capaz de contradecir, y el prologuista de este libro, el académico de la Historia y profesor de la Universidad Complutense, don Jaime Olmedo, también nos acerca a estas realidades: "Como materia, la poesía de Borja acoge los grandes conceptos, esto es, responde a la llamada de la gran Poesía. En ella están la Bondad, la Belleza, Dios, el alma y el espíritu", rematando su admirable exposición de la poética de Campo Alange con esta recreación crítica de su poesía: " Dios en los pies y lenguaje en la cabeza", e insiste: "La poesía de Borja tiene una fuerza que lo lanza hacia lo alto", y se pregunta: "¿Qué hay de malo en escuchar lo eterno?".

En la contraportada de este libro nos encontramos con la definición de su propio contenido, con la esencia lírica del alcance del mensaje que el autor nos transmite: "La Fábrica simboliza el proceso de construcción de cada ser humano; y canta al devenir de su existencia hasta su transmutación en el mismo Dios. A través de sus poemas el lector se enfrentaré a sí mismo, y se reconocerá en la medida de su propio lenguaje". Borja Campo Alange va más allá de las lógicas gastadas por el tiempo, de cualquier anotación de cualquier poética convencional. "Cada palabra, ha sido, y es", así lo reconoce y proclama el autor en uno de sus poemas, "una desconocida dimensión", con lo que acudía al encuentro con la grandiosidad y el misterio de la verdadera poesía. Y una muestra más: "De qué me servís: ¡Literatura! ¡Poesía!/ ¿No es acaso tras de vosotras que encara/ la muerte dura y fría/ mi persona, y la convierte en palabra?

Comentaba el gran Seamus Heaney, Premio Nobel de Literatura en 1995, que todo lo que conocía no era otra cosa que una puerta a la oscuridad, que es a esa puerta a la que el poeta debe llamar con insistencia, pues el fin de la poesía no es otro que iluminar con su llamarada de pasiones las noches oscuras del alma. Y en las tres partes en que Borja Campo Alange divide La fábrica se empeña, continuamente, en indagar y traspasar todo aquello que nos inquieta y se sitúa en los espacios de la creatividad. No le importa que en alguna parte del libro la prosa y la poesía convivan en una simbiosis que rebasa la propia naturaleza de los géneros. Ya lo hicieron otros grandes poetas, porque la poesía es omnívora y convive con cualquier tema y forma expresiva. Ya lo hicieron, pongamos por caso, Juan Ramón Jiménez y Rabindranath Tagore