Para regenerar España

Esto parece indicarnos que la corrupción es de tal envergadura que amenaza convertir nuestra flamante democracia en algo putrefacto. Y ello es debido fundamentalmente porque cada uno de nosotros no solo no somos capaces de frenar el mal moral de nuestros prójimos sino también el de nosotros mismos.

No podemos pontificar el bien y la justicia si estamos amenazados día y noche por una fuerzas diabólicas que en cualquier momento pueden convertirnos de profetas en culpables, de virtuosos en villanos.

Cada uno de nosotros en su sector personal y en su sector social, familiar o laboral, debe hacer un riguroso examen de conciencia y prepararse para lo peor.

En mi sector y con la edad que tengo, solo puedo deciros que en la tan denostada dictadura cada modesto colaborador de un medio informativo por pequeño que este fuera cobraba un dinero por sus colaboraciones, un dinero mayor o menor, pero repito, todos.

Desde la tan cacareada crisis económica el 80% de los colaboradores de ciertos medios han dejado de cobrar, pero los medios han seguido saliendo.

Mientras esto siga ocurriendo o lo permitan las leyes, nuestra democracia no le llegará en su aspecto moral ni es su justicia social ni a los talones de las imaginadas botas que lucía aquel dictador y sus ministros.

Cuando había un conflicto o un pleito entre obrero y patrono siempre ganaba impepináblemente el obrero.

Un obrero, un empleado en la España actual, no puede estar cobrando 400 euros al mes, mientras el dueño del negocio, no digo que se forre pero en fin, vive holgadamente. No tiene vergüenza

Ya sé lo que me van a decir…”Pues si pagamos más al obrero esto no funciona”.

Y mi respuesta es tajante: “Pues que no funcione y que no arranque”.

En pocas palabras, todo negocio que se cree, toda empresa que inicie su andadura, no deberá de iniciarse si antes no se piensa humanamente y en justicia en sus empleados, en el hombre, en los seres humanos.

Y así pasará con todo. Esto no mejorará si antes nosotros, cada uno de nosotros, no pensamos y hacemos justicia a cuanto nos rodea, en los demás y tan bien en nosotros mismos.

El intelectual del gremio que sea y por modesto que éste sea debe, tiene que ser compensado y remunerado en función del esfuerzo que hace y del tiempo que dedica al medio para el que trabaja.

Y así con todo y con todos. Que Dios nos asista porque si es cierto que hay un Juicio Universal pocos, muy pocos de entre nosotros, podrá evitar desfilar hacia la cárcel. Esa chirona universal.

(*) Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.