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Cuento

El reencuentro. Maffalda

Por Amparo Gimeno Pastor

lunes 24 de octubre de 2016, 02:23h

24OCT16.- El Undergound Pub Café, era uno de los garitos de moda de Valencia. Situado en una zona céntrica y cercana a las mejores empresas, allí acudían gentes entre 30 y 50 años. Marta llegó al Underground, llorosa y muy alterada, pues a última hora su amigo Jorge había roto con ella.

A sus cincuenta años, y en la plenitud de su carrera periodística y literaria, lo había dejado todo por una grave crisis de identidad. Crisis que se había iniciado 4 años antes al enfermar su hermana mayor, Merche de cáncer y su madre, padecer una ligera demencia senil. Durante cuatro largos años se había dedicado al cuidado de los suyos y a trabajar, en el periodismo, y algo menos a la literatura, editando y reeditando dos volúmenes de cuentos y relatos ya escritos con anterioridad e inéditos, hasta entonces. Soltera y sin compromiso, había conocido a Jorge Llopis un compañero del trabajo e iniciado una breve relación sentimental, que había durado unos escasos 15 días, tras los cuales, Jorge decidió romper esa misma tarde sin más excusa, que se estaban precipitando y necesitaba su tiempo. Je, a los 56 años necesitas tiempo para replantearte tu vida, cabrón. En su fuero interno añoró su etapa de docente en su ex colegio, donde toda su vida la veía de color de rosa, y no gris como ahora. Entro y eligió el rincón más solitario y escondido del local. En seguida acudió la camarera, para atenderla, justo cuando se había quitado su chupa vaquera.

--¿Qué deseas tomar?—invitó la joven.

--Un Negroni, gracias.

La camarera asintió y se dio media vuelta para cumplimentar el pedido. Marta cruzó y descruzó sus largas piernas enfundadas en unas medias negras con nerviosismo, tratando de no llorar. Casi de inmediato regresó la joven y pizpireta camarera, con el pedido de Marta.

--Aquí tienes tu Negroni. Tú has ganado y él ha perdido. Y además, mira te han invitado—señaló la joven.

--¿Quién ha sido, por favor?

--Ése chico vestido de azul, el canosete, él de la barra.

--¡Ah, vale dale las gracias!

--De tu parte—dijo la chica desapareciendo.

Marta se reclinó en su cómodo asiento y mientras degustaba su combinado, sintiendo un escalofrío que recorría su espalda, al notar la mirada de su misterioso galán. El joven se levantó de su taburete y se dirigió hacia donde estaba sentada Marta, ruborizándose. Si no fuera porqué Marta había roto con su esbozo de novio, lo hubiese encontrado muy atractivo al enigmático y educado caballero.

-- Hola, Marta, me he tomado la libertad de invitarte, porqué te he visto muy entristecida y quiero animarte. ¿Puedo sentarme a tu lado?--indicó con educación, Toni.

--¿Nos conocemos de algo, colega? Y gracias—contestó a la defensiva ella.

--¿No te acuerda de mí, Marta? Bueno es normal, la última vez que nos vimos yo tenía 18 y tú 31 y pensabas trasladarte a Madrid. Soy Toni Merçe—dijo el joven quitándose sus gafas graduadas de vista transparentes y con el borde azul marino.

Marta se levantó de su asiento mirando fijamente al gigante rubio que tenía enfrente, llevándose la mano derecha a la boca, reprimiendo un ahogado grito de júbilo, pues el apuesto joven, había sido uno de sus alumnos favoritos en etapa de docente.

Cabellos años 30, de color castaño claro miel y formando unas suaves ondas, que le daban un cierto aire muy juvenil, pese a sus los cincuenta años. Enfundada en un sencillo vestido negro de cuero, y un colgante en forma de hadita. Ojos castaños y grandes, de mirada profunda, enigmática, magnética e hipnótica, ésta vez acentuada por la tristeza y despecho de la ruptura. Labios finos y rosados y boca pequeña, infantil. Piel muy blanca, casi translúcida. Rostro más bien redondeado. Pecho generoso, y amplia cintura, pero fina. Los muslos torneados como las piernas, de rollizas rodillas y finos tobillos. Manos finas huesudas, delicadas, como alas de mariposas o palomas.

--¡Dios mío, Antoni, cuanto tiempo, jjjaajjjaa! Pero, ¡si te has hecho todo un hombre, ya, jajá! ¡Qué alegría verte aquí, de nuevo, jjjjja!—Marta abrazó su amigo con cariño.

--Mujer, Marta, ¡que han transcurrido 23 años!--Vamos a sentarnos que estamos llamando la atención—indicó con educación Toni a Marta.

--Sí, es verdad. ¿Qué es de tu vida, Toni? ¿Estudiaste Historia al final?—preguntó Marta a su amigo.

--No—contestó Toni, algo abruptamente.

Marta se quedó muy confusa.

--Pero si siempre nos decías que querías estudiar Historia, para ser profesor como tus padres y como nosotras—balbuceó Marta.

--No sólo Historia, además Humanística, Clásicas y ahora Filología Inglesa—se pavoneó orgulloso el joven, ante su exprofesora.

Marta se rio con tranquilidad, llevándose la mano derecha a la frente y denegando el asunto con la cabeza

--Siempre con tus bromas Antonio, siempre con tus bromas. No cambiarás… y ni falta que te hace.

--No te pregunto cómo te ha ido a ti, Marta lo sé de sobra. He seguido con gran interés tus otras dos carreras profesionales. Y me he comprado todos tus libros, devorándolos febrilmente. Eres una gran escritora, mejor que Requena—Merçè se refería al ex amante de Marta, el gran periodista y escritor Germán López-Requena.

Marta observó tangencialmente a su exalumno. No le gustaba que le nombraran o recordaran su antigua relación sentimental, la dañaba y mucho. Toni noto en seguida la turbación que le causaba el recuerdo del examante a su amiga.

--No te gusta que te hables de tu relación con Requena, ¿verdad, Marta?—se aseguró con suavidad el joven.

--No mucho, la verdad, sí—eludió el tema, ella.

--¿Qué no quedasteis bien?

--No, no es eso, no. Bueno, miento: al principio, nos llevábamos fatal, como en todas rupturas sentimentales. En cambio ahora, nos llevamos fenomenal, hasta me llama muy a menudo al móvil, para saber cómo estoy. Lisa y llanamente quiero rehacer mi vida, olvidar aquella etapa y nada más. Pero me es imposible. Siempre surge, y de manera espontánea en cualquier conversación su nombre, el de Germán. Y me duele un poco--se explayó la señora, con su exalumno favorito.

--Es normal todo lo que te sucede, Marta. Que os llevaseis al principio de la ruptura, muy mal. Es lógico, tras muchos años de relación sentimental. Máxime, cuando aún hay sentimientos amorosos por ambas partes. Surge el odio post ruptura. Luego se atemperan los sentimientos y resurgen los positivos, en forma de buena amistad. El que quieras rehacer tu vida, es una buena señal, de que has cicatrizado las heridas y que estás lista para una nueva relación. En cuanto a que surja el nombre de Requena en cualquier conversación, es que fue muy sonada vuestra relación y lo sabes, Marta.

--Lo sé, de sobra lo sé. Y que va a pasar a la Historia de la Literatura, también. Lo he asumido, pero me escuece, un poco, sí. Bueno, y tú qué, ¿no has tenido relaciones sentimentales o qué? Con lo guapo, educado, culto y simpático qué ere, lo dudo.

--Alguna que otra ha habido en mi vida, sí—admitió el joven, ruborizándose. Marta rio al verlo ponerse colorado.

--¡Sigues igual, poniéndote rojo, cundo admites la verdad! ¡Jeja ja!

--¡Ah, te estás riendo, Marta, que bien!—se extasió el joven.

--¡¡Sí, me lo estoy pasando genial, sí!

--Termínate tu negroni y nos vamos por ahí. Te invito a cenar por ahí. Y ya podemos hacerlo, pues ya somos adultos los dos. ¿Qué te parece mi propuesta, seño?

Marta se apresuró a terminarse su combinado, y casi se atraganta al hacerlo, entrándole un ataque de tos. Toni, con gran delicadeza y gentileza por su parte, le tendió unas servilletas, para que se limpiara la cara de lágrimas y pedía a su vez un vaso de agua natural, del grifo, obligando a su ex profesora a bebérselo, despacito. Después de beber tres o cuatros tragos de agua natural, a Marta se le pasó su acceso de tos. Cuando levantó la vista vio desaprobación en la mirada de Toni.

--¡No lo vuelvas a hacer nunca más! ¡Qué gran susto nos hemos llevado!—regañó el joven a su Marta.

--Se me ha congestionado la garganta, al beberme deprisa el negroni—asintió Marta con la voz ahogada por la congestión, lo que le provocó más golpes de tos,

--¡Toma, bébete esto y se te pasará! Invita la casa—terció la camarera, depositando una tacita de cerámica blanca y una tetera lisa y redondeada—Es una manzanilla calentita, lo suficiente para que te la tomes sin abrasarte el estómago y os podías ir donde querías, rápidamente.

--¡Ay Marta, qué impulsiva eres! Te bebes esto y nos vamos—indicó el hombre, preparando el brebaje a su amiga. Cogió el sobrecito del azúcar, pero Marta le detuvo con la mano.

--Me gusta sin azúcar—señaló Marta.

--¿Por motivos de salud o estética, Marta? Pero ingiere la manzanilla, primero.

Marta denegó con la cabeza, cogiendo la taza y llevándosela a los labios, sopló un poco por encima y se bebió parte del contenido—Por el sabor, el azúcar, disfraza el sabor—informó la señora--¡Uff, que bien me ha sentado, uuff!

--¡Jajjaa, jjajaja, por el sabor, jajaj jja es la primera vez que oigo semejante respuesta! ¡Siempre me dicen por estética, y menos por la salud, pero por el sabor, jamás, jajajaj! ¡Muy bueno Marta, muy bueno!

--¡La verdad! Paso ya de la gordura y no soy diabética. Me gustan los sabores, lo más puros que hayan. Eso es todo—explicó Marta a Toni, volviendo a beber de la taza—Ya hablo mejor, si quieres nos podemos ir donde quieras—indicó a su amigo, depositando la tacita en su platito.

--¡Vale, muy bien de acuerdo! ¡Nos vamos pues, donde quieras, hoy mandas tú!—informó el joven ayudando a su amiga a ponerse su cazadora vaquera.

--Pero, Toni…como siempre tan gentil, tan caballeroso. Ya lo eras en el cole.-se maravilló Marta.

El joven, asintió con la cabeza poniéndose de nuevo muy colorado, tendió el bolso a Marta. Quien se lo colgó del hombro izquierdo. Ambos se detuvieron en la barra, con la intención de pagar la manzanilla. Mas la camarera se negó en rotundo:

--Invita la casa—insistió—Además estamos encantados de que os hayáis reencontrado aquí precisamente. Es un gran honor para nosotros.

Refunfuñando Toni, guardó su billetero de brillante piel negra en el bolsillo derecho de sus pantalones vaqueros. Ambos saludaron a la joven y se marcharon los dos del local muy sonrientes y felices. Ya en la calle Toni se colocó en el lado izquierdo de Marta, con las manos en los bolsillos.

--Te voy a contar un secretito, Marta: me gustas desde la primera vez que te vi al entrar en mi clase. Y tendría ocho años—admitió el joven., dejando a Marta, visiblemente turbada—lo que pasa es que hasta hoy no me he atrevido a confesártelo.

--Por cierto, ¿por qué nunca viniste a verme a las sesiones de firmas de libros? Te hubiese atendido muy bien—curioseó Marta.

--Por lo de siempre Marta por vergüenza, por pudor. Ya lo sabes. El hecho de que me hubieses reconocido aún siquiera por el nombre y los apellidos, me causaba un gran pudor. Bueno, Marta ¿dónde quieres ir a cenar?—terció Toni cambiando de conversación.

--¡Ah! No lo sé…--escurrió el bulto como pudo Marta, poniéndose en frente a su exalumno de brazos cruzados.

--¿Qué te parece si vamos al Contracorriente? Ya sabes, buen tapeo… y mejor compañía—ofreció el joven a su amiga, intuyendo la confusión de Marta.

--¡Qué modesto eres colega, qué modesto! ¡Ésta bien vamos allí, me gusta, colega me gusta!

Dirigieron sus pasos hacia el Contracorriente, y buscaron la mesita más escondida para su solo disfrute. Toni retiró la silla en seguida, ayudando a Marta a quitarse su chupa. Marta estaba en una nube, agradeciendo a quien sea el plantón de Jorge. Ya sentados, Toni tendió su mano derecha a la joven y Marta la cogió con delicadeza. Ambos sonreían felices, compartiendo su nube rosada. Mas en seguida, llegó un joven camarero, dispuesto a servirles la cena. Ambos se soltaron y saludaron con cordialidad al camarero. Eligieron el 2º Menú, de un buen surtido de tapas variadas y un par de cervezas sin alcohol. El camarero se retiró, y ellos regresaron a su nube de la mano.

--¿Y tus padres y tu hermano, Toni, cómo se encuentran? ¡Cómo te pareces ahora a tu padre cuando tenía tu edad—recordó Marta al padre de su amigo.

--Sí y cada día me parezco más a él, sí. Y se encuentran muy bien, ya algo mayores, claro, pero están los dos genial. Y son abuelitos y por partida doble de mi hermano José. Un chico llamado Pablo y una niña llamada Carlota—informó ufano el joven--¿Y familia, Marta? ¿Tus sobrinitos, bien?

--¡Ay Dios, José ya es padre, Ay Dios! Cuando me encuentro con uno de vosotros y me decís que ya sois, papás o mamás, soy consciente de mi edad. ¡Y aún te acuerdas de mis sobrinos, jeja! Ellos bien, y mi hermana a días. Pero la que está fatal es mi madre.

--¡Y tanto que me acuerdo de tus sobrinos y de sus tratadas! Más bien de lo que nos contaba José, que eran muy revoltosos y lo mal que lo pasabas tu tras sus travesuras. Cosas de niños. Pero dime, Marta, ¿qué tiene tu madre, en concreto?—se interesó Toni, por la salud de la madre de su amiga.

--No lo sé, Toni, no lo sé. Algo de demencia o trastorno múltiple de la personalidad. Mi hermana Merche, que es médico, se niega en rotundo a que la vea una especialista. Dice que para lo que le queda de vida, mejor que esté tranquilita. Pero a veces, resulta muy doloroso seguir a su lado, por lo faltona que es. Y además, ella sigue con sus facultades cognitivas muy bien, con lo que no podemos obligarla a ir a una especialista. Hoy estoy aquí, porque he trabajado todo el día en la redacción y he ido a casa a cambiarme por lo de Jorge, pero sino estaría en el chalet con ellas —se desahogó la señora con su amigo— Lo poco que sé que tiene, es por qué ido indagando por ahí a mis compañeras de mi etapa de profesora. Y lo único que me dicen es que puede tener un trastorno múltiple, y que siga los consejos de mi hermana.

--Soy de la opinión de tu hermana y tus amigas, Marta, por muy duro que signifique para ti cuidarla. Y sabes lo que tiene, y si es por la medicación, la atontará, e imagino que te habrás informado de los efectos secundarios de los medicamentos para las demencias —Marta asintió con la cabeza— Y si es muy leve la demencia, lo mejor es que dejes en paz. De lo contrario, podrías agravarla en su estado por los remordimientos de conciencia y perderla antes de tiempo. Cosa que ya sabrás. Ten un poco más de paciencia y ánimo, amiga mía, que ya me tienes para lo que quieras, Marta-- aconsejó Toni a Marta—Hablando de todo un poco, ¿no añoras tu etapa televisiva, Marta?

-¡Jajá, pues no, para nada! Es un mundo muy vacío donde el sexo, las drogas y el alcohol, corren más que el agua. Ya estaba muy harta de ése mundo aun estando con Germán. Tras la separación, no tuve más remedio que aguantarme y seguir, por lo menos unos tres años más. Y justo cuando estaba tramitando el finiquito, mi hermana me informó de lo suyo, con lo que transformé el finiquito, con una baja permanente. La suerte que he tenido, es que no me he dejado el periodismo escrito, con lo cual, mi caché como redactora gráfica es el mismo. Aquí sí que seguí los consejos de mi padre, quien me lo dijo. Y me va de maravilla.

En ése momento, el camarero, trajo las bebidos y las sirvió. Antonio agradeció con una amplia sonrisa, la rapidez en que el camarero del restaurante. De nuevo a solas, brindaron por su feliz reencuentro.

--Por nuestro reencuentro—brindó Marta.

--Y por ti, Marta, que estás guapísima hoy. Siempre lo estás, pero hoy más que nunca—piropeó Toni a su exprofesora.

Marta inclinó la cabeza, avergonzada, no le gustaban que la halagasen, pues creía que tras el halago surgía la sibilina petición de unos servicios muy íntimos o una petición de favores que se veía obligada a cumplimentar. Antonio la entendió:

--Te lo digo con sinceridad, desde el corazón. No te miento y lo sabes, Marta. Me gustas de toda la vida. Y nada más. Relájate y disfruta de la velada, Marta, por favor—pidió el joven.

--Y nada menos. Lo haré, Toni, lo haré—admitió Marta.

El camarero les trajo las primeras tapas y Marta se fue relajando. Durante toda la velada, ella y Toni estuvieron recordando viejos tiempos, entre risas y nostalgias. Tiempos de infancia y juventud, de sueños por cumplir y de vidas por vivir. Ya al final de la cena, Toni se refirió a esos temas, sobre todo en la consecución de sueños.

--Sí, el ser una escritora y una periodista muy reconocida—admitió Marta—¿Y en tu caso, Antonio?

--Mi gran sueño, ya se ha cumplido ésta tarde—Marta se ruborizó—Te quiero, Marta, desde que te vi, por primera en el cole hace treinta años. ¿Quieres salir conmigo, Marta Gregoria Gascón Prades?

-¡¡Jajajjaa, sí quiero salir contigo, jjajaj jjjjaa!!—concedió Marta a Toni, entre risas y lágrimas.

--Me acabas de hacer el hombre más feliz del universo—admitió Toni, ya en los postres—Nos terminamos los postres y nos vamos a relajarnos a mi casa, ¿quieres, Marta?—la señora asintió con la cabeza, los ojos arrasados en lágrimas y la boca llena Carajillo de Baileys en panna cota.

En efecto, terminaron los postres y Antonio quiso la cena, ante las airadas protestas de Marta., aduciendo su independencia económica. Pero los dueños del Gastro-Bar, se negaron en rotundo, al haber reconocido a Marta. Eso, solo le pidieron que se dejara fotografiar para colgar la foto la recepción del restaurante. Marta accedió a regañadientes. Se hicieron tres fotos distintas y una de ellas con Antonio, ante la perplejidad del hombre, quien se negó en rotundo aduciendo su anonimato. Pero le fue imposible zafarse a las presiones de los dueños del Gastro-Bar. La cena terminó bebiendo la pareja una copa de cava con los dueños del local, quienes brindaron por el reencuentro de la pareja y los éxitos profesionales de Marta, quien se encontraba en el séptimo cielo.

Una vez acabados los agasajos de los dueños del restaurante, la pareja se marchó del local muy satisfechos por la agradable velada transcurrida. Toni enlazó a Marta por los hombros y ella deslizó su brazo izquierdo, por la estrecha cintura de Toni. Caminaron en silencio unos tramos de calle, y se detuvieron, para besarse. Toni frotó su recta nariz con la achatada de Marta depositando sus rectos y sonrosados labios sobre los de Marta, quien le devolvió el dulce y casto beso, con otro más apasionado. Fue un beso largo y apasionado, donde Marta besaba más que Antonio. Tras el fogoso beso, Marta se recreó en los ojos rasgados y azul celeste del joven, sintiendo un profundo escalofrío que le recorría toda su espalda. Toni la admiraba desde de su metro noventa de estatura, profundamente satisfecho y enamorado de Marta.

Volvieron a caminar hacia el piso de soltero de Antonio, paladeando el intenso momento vivido, por ambos. Finalmente Marta rompió el silencio que reinaba entre ellos:

--Tienes más canas que yo, amigo mío, pero bastantes más que yo. Bueno tu padre tenía también el pelo muy blanco a tu edad—afirmó la periodista.

--Cierto, y mi gran trauma es quedarme calvo—admitió el joven con humildad.

--No creo, mi cuñado se quedó calvo, siendo más joven que tú. Así que no padezcas, si no has perdido ya el pelo, no creo que lo pierdas ya.

--Puede ser—admitió Toni enlazando a Marta por la cintura y volviéndola a besar.

--Me encanta como besas, Toni—aseveró Marta, totalmente entregada ya a Antonio.

--¡¡Mm, a mí también me gusta como besas, Marta!!—coreó Toni

Llegaron al piso de Toni, y éste extrajo su juego de llaves del bolsillo izquierdo, eligió la del medio y abrió la perta dejando pasar a Marta. En seguida entraron en el amplio salón de estar de Toni. Marta se sentó en un amplio y cómodo sofá azul marino. La exprofesora, se fijó que estaba muy limpio y ordenado, aunque había muchas bolitas de papel. Marta supuso que eran producto de sus estudios. Toni hablaba sin cesar sobre el jazz, mientras Marta se descalzaba y tomaba asiento en el cómodo sofá. El dueño del piso, la secundó. Ella se sentó en el regazo de Toni y siguieron besándose, mientras sus manos trazaban caminos nuevos y desconocidos de placer infinito, de infinito amor y ternura. Fue una noche intensa, sin fin, preludio de otras muchas noches iguales…

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