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Cervantes y Fray Juan Gil, una historia a la que tanto debe la escritura del Quijote

Por José López Martínez

viernes 21 de octubre de 2016, 01:42h
Cervantes y Fray Juan Gil, una historia a la que tanto debe la escritura del Quijote

21OCT16 – MADRID.- Hace apenas unas semanas, el 19 de septiembre, se ha cumplido el cuatrocientos treinta y seis aniversario del final del cautiverio de Miguel de Cervantes en Argel, prisión en la que permaneció durante cinco años.

Cervantes y Fray Juan Gil, una historia a la que tanto debe la escritura del Quijote

Y la efeméride, además de su importancia humana e histórica, tiene también un especial alcance literario, pues de haberse producido en aquel infierno africano la muerte del Príncipe de los Ingenios, de la que tan cerca estuvo en varias ocasiones, o su venta definitiva como esclavo, las letras españolas carecerían hoy de su obra más universal, el Quijote, que Cervantes escribiría bastante después. También de las Novelas Ejemplares, Los trabajos de Persiles y Sigismunda, y de sus comedias y entremeses, principalmente, pues el genial escritor consiguió su fama literaria con posterioridad a su heroica vida de soldado y a su cautiverio en Argel.

Miguel de Cervantes, como es sabido, fue hecho prisionero cuando regresaba a España a bordo de la galera Sol, la cual había partido de Nápoles en compañía de otras naves, todas ellas al mando de Sancho de Leiva. Sin embargo, al llegar al golfo de León, una furiosa tempestad hizo que las tres embarcaciones se dispersaran, quedando la Sol a merced de cuatro galeones berberiscos, capitaneados por el renegado albanés Dalí-Mamí. Por supuesto que la empresa no fue nada fácil para los saqueadores, pues los españoles pelearon heroicamente. Pero al final de la contienda numéricamente tan desigual, Cervantes, su hermano Rodrigo y el resto de los supervivientes fueron apresados y conducidos a Argel, donde les esperaban terribles calamidades. Los años de Argel fueron los más penosos de la vida de Cervantes, tan llena de reveses e infortunio, que le llevaron a decir en La Galatea, que "ninguno de los humanos se escapa de los golpes de la invariable fortuna".

La historia de aquellos años figura en diversos pasajes de la obra cervantina, sobre todo en la primera parte del Quijote y también en sus comedias El trato de Argel y Los Baños de Argel. Y es que fueron tiempos de enorme sufrimiento en los que el valor y la inteligencia de Cervantes no se dieron el más mínimo reposo. En cuatro ocasiones intentó el desafortunado escritor liberarse así mismo y a sus compañeros de prisión. Incluso llegó a concebir la idea de apoderarse de la ciudad con la ayuda de los propios prisioneros. Así se lo exponía años después al ministro de Felipe II, Mateo Vázquez, en carta entregada a su hermano Rodrigo cuando regresaba a España ya liberado.

Al religioso de la Orden Trinitaria, fray Juan Gil, cabe el mérito del rescate de Miguel de Cervantes, precisamente en los momentos en que se hallaba a punto de partir para Constantinopla vendido como esclavo. Muchas fueron las gestiones que el buen fraile hubo de superar hasta conseguir los quinientos escudos en oro de España que pedía el rey Hazán Bajá, más las nueve doblas exigidas por la tripulación de la galera Almanzor. Pero aquel 19 de septiembre de 1580, la literatura española, y España, recuperaban a su figura más importante, al hombre que nos daría plena universalidad. Y para que nos hagamos una idea de hasta qué punto el rey de Argel se dio cuenta de la valía de Cervantes, acrecentada por las cartas que traía de don Juan de Austria y del Duque de Sesa para que fuera bien atendido por Felipe II, una vez llegado a España, recordemos que el precio del rescate de su hermano Rodrigo sólo alcanzó la cantidad de treinta escudos.

Como es propio de un hombre de la calidad humana e intelectual de Cervantes, el autor del Quijote guardó hasta el mismo día de su muerte una enorme gratitud a fray Juan Gil y a la Orden Trinitaria, manteniendo siempre hacía ella extraordinaria devoción y disponiendo que llegado el momento de abandonar este mundo, su cuerpo fuese sepultado en el convento que las monjas de esta congregación tenían --y aún tienen-- en la madrileña calle de Cantarranas, hoy llamada Lope de Vega. Y allí, perdido en cualquier lugar del templo, reposan sus restos, cerca de los de su esposa Catalina de Salazar y Palacios y de los de su hija Isabel de Saavedra. También en este histórico monasterio trinitario fue sepultada sor Marcela de San Félix, la amada hija de Lope de Vega. Los medios de información han publicado que los restos de Miguel de Cervantes estaban siendo identificados, noticia que de ser cierta merecería una merecida celebración.

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