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Melbourne en Australia: Tan cerca y tan lejos

Por Concha Pelayo (*)

jueves 05 de febrero de 2015, 00:00h
Melbourne en Australia: Tan cerca y tan lejos

Si tuviera que definir en una frase la primera impresión que se percibe en la ciudad de Melbourne es la juventud de su población. Sin tener datos, podría asegurar que un ochenta por ciento tiene una media de 20 años.

Melbourne en Australia: Tan cerca y tan lejos
Melbourne en Australia: Tan cerca y tan lejos

Avalanchas de jóvenes y adolescentes, solos, en pareja o en grupos, se topan con el curioso a cada paso. Acostumbrados como estamos a la población europea que envejece día a día, en este alejado país, los jóvenes pisan con fuerza. Si a esta primera impresión añadimos que, en su mayoría, su población es asiática, creeríamos encontrarnos en cualquier lugar de China o Japón, pero con una particularidad, que dicha población es mucho más atractiva, ya que su procedencia es de Malasia, Filipinas o Pakistán, cuyos rasgos son menos duros. Existe, además, población hindú aunque en menos cantidad, lo que da a la ciudad una imagen entre exótica y cosmopolita que la hace muy atrayente para los foráneos.

Para resumir, Australia es un país emergente, nuevo, bello, joven. Da la sensación de que sus ciudadanos caminan sin lastre histórico, al contrario de lo que ocurre en la vieja Europa donde se arrastra un pasado de siglos, de guerras y de historia que les confiere un aire entre cansino y pesaroso. La gente de Australia parece que se desplaza sin sentimiento de culpabilidad, sin complejo, sin esa carga histórica que, de alguna manera, llevamos los europeos a cuestas.

Si bien es cierto que cualquier impresión es subjetiva, sin embargo, no es difícil captar que el australiano tiene un comportamiento relajado, tranquilo, equilibrado, aunque se nos advierte que a partir de las diez de la noche no se debe transitar por ciertos lugares. “hay mucho loco suelto”-se dice- pero la verdad es bien distinta, porque todo aparece sosegado y pacífico. Si el paisaje hace a sus gentes, el paisaje australiano, inmenso, de grandes espacios verdes, contribuye a esa quietud a la que aludo, aunque las ciudades bullen de actividad y modernismo. A excepción de las zonas más céntricas de las grandes urbes, donde emergen los rascacielos y las grandes construcciones, las casas están integradas en el paisaje por donde asoman sus tejados entre la exuberancia y el verdor de parques y jardines.

En Melbourne se encuentran las más prestigiosas tiendas de modas, los más afamados modistos, los diseños más sofisticados en joyas y en tecnología más avanzada, todo puede adquirirse y admirarse en Melbourne vagando por sus bien trazadas calles por donde es imposible perderse ya que las referencias para los más despistados son constantes. Apenas se adosan los edificios unos a otros como ocurre en Europa. Casi todos ellos están exentos y se divisan desde bastante distancia para facilitar los desplazamientos a los foráneos. Los más lujosos y espectaculares edificios conviven con iglesias y catedrales góticas como la legendaria Catedral de San Patricio cuya historia habla del nacimiento y crecimiento del estado australiano. La influencia inglesa es más que evidente.

Aborígenes.

Procedentes de la Gran Montaña Roja donde habitaron los primeros pobladores de Australia, algunos aborígenes dan una nota pintoresca a Melbourne. Tal vez, sean éstos los menos integrados en la sociedad australiana, marginados por voluntad propia y tal vez por los propios ciudadanos. Como curiosidad, apenas se ven mujeres aborígenes. Suelen ir desaliñados y da la sensación de contar con pocos recursos. Suelen agruparse en las puertas de las iglesias, tocando la guitarra, comiendo bocadillos y siempre en pequeños guetos. Sin embargo, estas escenas tienen cierto orden, y los aborígenes se muestran con la misma amabilidad que caracteriza a todo el pueblo australiano.

Al margen de estos “desclasados” de la sociedad australiana, el nivel de vida de los ciudadanos de Australia, es alto. Un operario argentino, por ejemplo, que trabaja en la limpieza de un gran centro comercial percibe al cambio, –según nos informó- una media de cuatro millones y medio al año de las antiguas pesetas. Teniendo en cuenta que en Melbourne se encuentran artículos para todas las economías, se deduce que se puede vivir holgadamente.

Orden y mesura.

La gente en Australia camina sin prisa, con paso firme y decidido, pero sin prisa. Miles de escolares adolescentes, con sus uniformes muy sencillos, al estilo de los guardapolvos que usaban los niños en los colegios españoles, se ven a cada paso junto a sus maestros, en filas de a dos. Hablan entre ellos, sus semblantes alegres, todos llevan su bloc de notas y se les puede ver en cualquier rincón de la ciudad: en el Acuario, en las iglesias o en la Catedral, en el Museo de la Emigración, o en la Casa del Capitán Cook, ubicada en uno de los grandes parques de la ciudad donde las ardillas salen por la noche de sus escondrijos para recibir la comida que le dan los paseantes. El Capitán Cook, fue un distinguido navegante inglés, que, en tres viajes que realizó durante diez años a partir de 1768 logró resolver más interrogantes geográficos respecto al hemisferio Sur que cualquier otro investigador en el pasado. Los estudiantes observan con atención lo que ven y les explican sus guías. Mientras rodeaban la minúscula casita del Capitán tomaban buena nota, conscientes de encontrarse en el edificio más antiguo de Australia y que fue trasladado piedra a piedra desde Great Ayton a Melbourne donde volvió a construirse según su diseño original.

El río Yarra es lugar de cita y encuentro de los ciudadanos de Melbourne. Atraviesa y divide a la ciudad en dos partes, en dos ciudades llenas de vida y atractivos. Sus orillas están salpicadas de modernísimas infraestructuras de edificaciones oficiales, centros comerciales, rascacielos, casinos, los más lujosos hoteles de las más prestigiosas cadenas. Todo construido con los mejores materiales. La madera, el cristal, el hierro y el acero proyectan destellos de luz a la caída de la tarde mientras el Rió Yarra

ofrece enormes posibilidades a sus habitantes a través de sus paseos fluviales en barco con cenas incluidas o sin ellas, paseos en piragua, deportes náuticos de todo tipo y paseos en bicicleta por sus márgenes. Un sonido característico avisa al viandante a cada momento de la proximidad de una bicicleta sobre la que pedalean gentes de todas las edades, en su mayoría jóvenes, cómo no. El día y la noche ofrece dos imágenes diferentes de la ciudad desde cualquiera de sus puentes, siempre bellísimas.

Visitas

El tranvía es un medio de locomoción vigente en la ciudad. Se puede viajar en él de forma gratuita e ir parando cómodamente donde más conviene para llegar al lugar elegido, visitarlo y volver a tomarlo para detenerse en la siguiente parada. Durante estos recorridos puede visitarse por completo la ciudad y llegar hasta los puntos más significativos, desde el Museo de la Inmigración donde se descubre la historia de Victoria desde 1800 hasta la actualidad. Imágenes entrañables de familias enteras en el puerto, niños llorosos por la partida, enormes baúles, todo plasmado en fotografías amarillentas y llenas de nostalgia.

El Melbourne Observatorio Deck, el edificio más alto del Hemisferio Sur, visita obligada, ofrece una espectacular panorámica de 360º de la ciudad y sus alrededores. La modernidad y los grandes espacios son la nota dominante de la gran urbe.

El Casino Crown, situado a la orilla del Yarra combina la más moderna tecnología, con el máximo lujo y diversión. Este es el lugar donde se cita la población más mayor. Mujeres solas, elegantes, con carísimas joyas, son las primeras en ocupar los asientos de las áreas de juego. Y contrastando con el casino, a poca distancia, la Nacional Gallery of Victoria. Desde que abrió sus puertas en 1968 las más selectas colecciones artísticas del mundo se dan cita allí para deleite de los más entendidos. Frente a la Estación Flinders Street, The Ian Potter Center, el nuevo hogar de arte australiano. Comprende 20 galerías en las que se muestran exhibiciones que cambian constantemente y donde se puede admirar desde arte indígena y no indígena desde la colonización europea de la Isla hasta la última vanguardia artística.

El Planetario de Melbourne crea la experiencia de poder moverse a través del universo. Desde sus asientos reclinables puede disfrutarse de una magnífica representación a través de su cúpula de cristal... Pero si se desea algo más real y tangible, nos podemos desplazar hasta el Zoológico. Allí los gorilas toman el sol, los orangutanes juegan como si fueran niños y los rinocerontes pigmeos se mecen en el agua del río, mientras los gatos grandes le miran como si fuera su almuerzo.

Para los más morbosos y que gustan de sensaciones fuertes, también existe un lugar atrayente, la vieja prisión, Old Melbourne Gaol. Esta prisión fue testigo de 135 ejecuciones por horca. El ahorcado más famoso, Ned Kelly fue ejecutado en 1880. Mascarillas, la armadura de Kelly, la caja del verdugo y artilugios mil, espeluznan al más avezado.

Rodeado de césped, terrazas y estatuas, se encuentra la Librería Estatal, State Library of Victoria. Este es uno de los mejores tesoros arquitectónicos de Melbourne que sin duda valorarán en su justa medida los más intelectuales, o mal llamados “ratas de biblioteca”.

Deambular por Melbourne es toparse con sus 15 enclaves distintos, cada uno con su propio sabor y atractivo: Chinatown, en Little Bourke Street, un trocito de Asia en el corazón de la ciudad. La famosa Collins Street, uno de los más lujosos bulevares de la ciudad donde se pasean las chicas con altísimos tacones, impecablemente vestidas, peinadas y maquilladas. En contraste con este ambiente, Flinders Quarter, el lugar más hippy de Melbourne reúne a los más atrevidos y desinhibidos. Diferentes y sugerentes, cada uno de estos enclaves conforma, entre otros muchos, la fisonomía de esta ciudad australiana.

Excursiones

Desde Melbourne, por unos 80 dólares australianos se puede volar en avión hasta Sydney en el día y regresar sin que la distancia pese. Pero si se quiere llegar hasta el mismo sur de Australia, a orillas del Pacífico, en autobús, para ver los efectos de la erosión, nos encontraremos con los Doce Apóstoles, islotes gigantescos a orillas del mar rodeados de arenas finísimas, blancas y luminosas donde es casi imposible encontrar una concha entera o un caracol, tan violento es el batir de las olas. El trayecto dura 12 horas incluyendo paradas para el relax. Bosques de eucaliptos, y otras especies de hoja perenne ilustran el enorme paisaje desértico al borde del mar, cuyas playas solitarias, apenas sin vida humana nos dan la imagen real de la Australia real alejada de las grandes urbes. Paz para el espíritu, belleza para la vista.

Melbourne, una ciudad atrayente, llena de vida y de misterio, pero al mismo tiempo cordial y acogedora, donde nadie se encuentra fuera de lugar.

Concha Pelayo - Escritora. Miembro de AECA y FEPET.

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