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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan”

El  cuerpo  humano. Los  recovecos  del  pensamiento

Por Germán Ubillos Orsolich (*)

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
El  cuerpo  humano. Los  recovecos  del  pensamiento

Cuando te pones a pensar “el cuerpo humano”, primero caes en la vulgaridad. Es como cuando tienes un hijo que obligatoriamente tienes que decir que es maravilloso y puede que lo sea, que hasta lo sea, pero de cualquier forma eso es “lo que hay que decir”, lo políticamente correcto.

Bueno, pues cuando se piensa acerca del cuerpo hay que decir que es algo también maravilloso, hacer la loa de él, quizá lo que está establecido, hablar de los sentidos y del paisaje, de las orquestas y la música, del olfato y los mis placeres que puede proporcionarte, del gusto y de todo lo demás, pero si sin un plan establecido sigues y sigues pensando, eso que hacía tan bien Sócrates, Pascal o Shopenhauer o Hegel, llegado un momento el juicio y los valores, la virtudes y cualidades es como si se fueran torciendo, desvaneciendo, como si comenzaras a vislumbrar la certeza de cosas que no son tan agradables y no me refiero precisamente a la enfermedad y la muerte, que también, sino a otras servidumbres como el comer o el dormir, el cansancio, las necesidades para que ese cuerpo tuyo siga viviendo y sintiendo; la inteligencia sentiente que decía Zubiri.    Y  vas adentrándote en territorios poco explorados que como recovecos del pensamiento o pasadizos secretos o cuevas, van conduciéndote a lugares menos conocidos y más inquietantes. Estamos viviendo unos momentos en los que parece como si en el cine o el teatro volvieran a ponerse los productores y directores - los argumentistas, como me gusta llamarles - de acuerdo, para tratar o hacer aparecer a los psiquiatras y los psicólogos, películas extrañas o perturbadoras que generalmente tocan temas del inconsciente individual o colectivo.

Ya no me refiero a Freud y a Jung, sino más bien a Igmar Bergman, a Stuart Murdoch o a  Paolo Giordano. Es ahí donde pareces alejarte de las explicaciones cristianas y te adentras en pensamientos como los de Baudelaire y Rimbaud, un mundo de tinieblas y de sombras donde oteas y contemplas la materia de que está hecho ese cuerpo, lo que puede dar de sí para el bien y para el mal, para el placer, para la tortura, para el desvarío y para la locura.

Son como recovecos del alma, lugares donde no luce la luz de lo sagrado, ni las directrices convencionales de que hemos sido creados a imagen de  Dios, que somos como los ángeles pero con “un cuerpo prestado” para hacer un viaje limitado vete a saber por qué. Es muy posible que a Nietzsche le ocurriera algo parecido, en esa explosión de luz más bien diría satanizada, de ángeles caídos y castigados a arrastrarnos con este cuerpo lleno de pasiones, de vicios, en una tierra viscosa y resbaladiza a la que me he referido en tantas ocasiones, lugar frío y poco habitable donde esos ángeles caídos sufren guerras, homicidios, crisis económicas brutales, epidemias mortíferas, paros agobiantes y desesperantes aburrimientos, hartazgo no de ver lo que ves sino de mirar hacia dentro y contemplar lo que somos, lo que es el cuerpo humano, un animal puesto en pie sometido a eso tan terrible que han quedado en llamarse el “libre albedrío”, arrastrado en una opacidad de pulsiones difícilmente controlables en el mejor de los casos.

Exigiéndote por un lado ser santo y ofreciéndote por otro un cuerpo necesitado de tantas cosas que no sabes por dónde empezar.

Pueden reírse los lectores pero creo que desde Ortega a Marañón,  desde Santa Teresa a Edith Stein en las noches del alma han vivido, han visualizado, han sentido ese abismo, esa oscura y chirriante o deletérea inmanencia de la llamada naturaleza humana, esa naturaleza caída o perdida a causa del “pecado original”, un pecado que no se cura con la confesión pues no lo hemos cometido pero que conduce a los pueblos y a las masas a su perdición, a las naciones a su desintegración, a las civilizaciones a su extinción y a los mismos países a sus peligros de muerte, a sus demonios, a su envenenamiento.

El análisis, la reflexión detenida de nuestro cuerpo hace pensar primero en un complejo organismo maravilloso, donde miles de células nacen y mueren cada día que pasa, cada hora, donde se da el milagro de la recta razón, del conocimiento científico y técnico, del llamado progreso, pero lo mismo que el cáncer puede acabar en poco tiempo con esa maravilla, los túneles, la cloacas siniestras y subterráneas que empiezas a recorrer en ese planeta, en ese animal metafísico deseoso de permanecer que es el hombre, provisto de ese vehículo visual y material llamado cuerpo, compruebas estupefacto que también en su seno, en su intrínseca esencia alberga la finitud de algo que pudo ser y que no es, a quien mucho se exige  pero que en su temporalidad manifiesta no puede hacer mucho más de lo que hace.

 (*) German Ubillos Orsolich

Nació en Madrid y es Premio Nacional de Teatro. Premio Guipúzcoa de Teatro, Premio Provincia de Valladolid de Teatro, Premio Julio Camba de Periodismo, Premio “Correo Español – Pueblo Vasco” de Periodismo, Premio Ciudad de Zamora de Periodismo, Finalista Premio Nadal de Novela, Guionista de Televisión Española Espacios Dramáticos. Es autor de varias novelas entre ellas: “Largo Retorno” (Con filme de Pedro Lazaga y música de Antón García Abril) “Proyecto Amenazante”, “Cambio Climático”. “Cambio Climático – Los Supervivientes”, “Cambio Climático – El Retorno” (Trilogía),(Ed. Entrelíneas Editores), El viajero de sí mismo”, “Malín”, “La Peste Negra – Vida más allá de las estrellas”, “La calle de los Amores” (biografía), “El hielo de la Luna”, “Los desiertos de Marte”, “La calle de los amores “(Memorias).- Ed. Belgeuse, “ Más allá del Purgatorio (Novela), Ed Belgeuse , “La Infancia Mágica “ (Biografía).- Ed. Belgeuse Es autor teatral y algunas de sus obras son: “La Tienda” (Ed. Escélicer)- Premio Nacional de Teatro, “El llanto de Ulises” (Ed. Escélicer)- Premio Guipúzcoa, “El Cometa Azul”, “Gente de Quirófano” (Ed. La Avispa) Premio Provincia de Valladolid, “Los globos de Abril” (Ed. Escélicer)

 

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