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Opinión

La tumba de Adolfo Suárez

Por Germán Ubillos Orsolich (*)

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
La tumba de Adolfo Suárez

He viajado en mi coche hasta Ávila, para visitar exclusivamente la tumba de Adolfo Suárez y la de su mujer,  en el Claustro de la Catedral y rezar ante ella por el bien de España. Es un deseo que me venía persiguiendo desde hace un cierto tiempo pero que ahora he visto satisfecho.

El día era luminoso y tranquilo con un cierto fresco, pero sereno, como si la ciudad de Santa Teresa quisiera darme el mensaje o la bienvenida de la paz, quizá de la paz de Cristo. Me acompañaban un amigo del Opus Dei de toda la vida y Fernandito un teletipista  jubilado como yo con el que suelo viajar.  Fumamos “Guajiros” cuando no nos ven nuestras mujeres y ese es un malicioso placer adicional.

Llegamos hasta la Catedral dando siete revueltas pues estaban asfaltando la calle de entrada y algunos aledaños. Al poco de aparcar avistamos la mole gótica, Catedral y Castillo donde de muy joven creía oler “el aroma de la eternidad”. El aroma a humedad de los enterramientos góticos de nobles, de reyes y clérigos, que exhalaban hasta en pleno verano. Quizá mi alma de escritor estaría ya pugnando por manifestarse.

Aparcamos el coche cerca y nada más entrar y pagar muestro ticket para visitar la Catedral, Sacristía y museo, etc., me advirtieron que allí mismo, en el claustro, veríamos la tumba del Ex-presidente.

En efecto, apenas habíamos entrado en el claustro cuadrangular gótico, cuando vimos, cuando vi, la sepultura. He de confesar que sentí una honda emoción, creo que mis acompañantes también, pues mi amigo el del Opus quedó silencioso y meditabundo para el resto de la mañana.

La tumba de Suárez es sencilla, una lápida de granito gris claro bajo una hornacina gótica donde había depositado un ramo de flores frescas. Sobre la lápida, a un lado, una de esas flores.

Leímos:

Excelentísimos Duques de Suárez

Adolfo Suárez González  25 – IX – 1932 - 23 – III – 2014.

Amparo Illana  Lortegui - 17 – V – 2001

“La concordia fue posible”.

Al leer la frase ya famosa bajo los nombres del matrimonio sentí un estremecimiento de gratitud.

Creo que a Adolfo Suárez además del ducado se merecía (no lo sé) haberle propuesto para el Premio Nobel de la Paz, y por qué no decirlo intentar su beatificación por parte de la Iglesia Católica de la que era tan devoto.

No sabemos bien lo que debemos a Adolfo Suárez, el traslado de una dictadura militar a una democracia parlamentaria moderna a través del derecho, un encargo de su majestad el Rey Don. Juan Carlos, nada fácil de realizar, y que él hizo con pulso de maestro arriesgando mucho pero con temple de castellano viejo y hombre de ética admirable y de mucha fe en Dios.

Fe que le habrá ayudado sin duda a sobrellevar la pena y la angustia de ver morir a su mujer y a una de sus hijas tan queridas antes de contraer la enfermedad temible después de tanto sufrimiento y que le mantuvo alejado de lo que llamamos nosotros la vida activa, como si hubiese querido olvidar. A través de los cristales del claustro entraba mucha luz.

Me quedé largo rato contemplando y pensando quizá más que rezando, rindiéndole tributo y el afecto que yo pueda manifestar a un hombre que vi personalmente solo dos o tres veces en vida  y breves momentos.

En una época como la que vivimos de deserciones separatistas y  de traiciones, de corrupciones a gran escala en los ámbitos públicos y privados una visita a los restos de ese hombre excepcional, bien valía un viaje.

La mole granítica de la Catedral se abría a nuestra izquierda. A unos quince metros de la tumba de Suárez está la de Don Claudio Sánchez Albornoz.

Entrar en esa Catedral, en ese templo castillo medieval, entestado en la muralla de la ciudad impresiona por su aspecto con las almenas, matacanes, escaleras de caracol y pasadizos secretos. Sus cinco naves proyectadas por el maestro Fruchel, capilla mayor, girola, ábside, pasadizo y triforio. El segundo arquitecto concibió el resto de la iglesia con tres naves que se unen al crucero. De las altísimas vidrieras medievales parece entrar una luz del otro mundo. En este lugar catedralicio todo es simbólico y está al servicio fundamentalmente del espíritu.

Salimos y después de comer tomando café junto a la muralla, quien nos servía, un joven abulense nos habló del día del entierro y como cortaron todas las calles de la ciudad y como llegaron hasta ella ministros, autoridades y personalidades del mundo entero mezcladas con el gentío. Me dice que todos los días se acerca mucha gente a visitar su tumba, calcula que una doscientas personas y los fines de semana por supuesto muchas más.

Me hubiese gustado quedarme dos o tres días por allí, algún hotel en esa ciudad  donde se respira la pureza del sentir de España. Tan cerca de Gredos. Donde la luz parece más transparente. Donde la memoria y los recuerdos cristalizan como la nieve en el invierno. 

Pero había que volver, había que encarar el futuro de España y de nosotros mismos como mejor podamos, sintiendo la orfandad pero también el ejemplo que nos han dejado los que más valían.  

(*) German Ubillos Orsolich

Nació en Madrid y es Premio Nacional de Teatro. Premio Guipúzcoa de Teatro, Premio Provincia de Valladolid de Teatro, Premio Julio Camba de Periodismo, Premio “Correo Español – Pueblo Vasco” de Periodismo, Premio Ciudad de Zamora de Periodismo, Finalista Premio Nadal de Novela, Guionista de Televisión Española Espacios Dramáticos. Es autor de varias novelas entre ellas: “Largo Retorno” (Con filme de Pedro Lazaga y música de Antón García Abril) “Proyecto Amenazante”, “Cambio Climático”. “Cambio Climático – Los Supervivientes”, “Cambio Climático – El Retorno” (Trilogía),(Ed. Entrelíneas Editores), El viajero de sí mismo”, “Malín”, “La Peste Negra – Vida más allá de las estrellas”, “La calle de los Amores” (biografía), “El hielo de la Luna”, “Los desiertos de Marte”, “La calle de los amores “(Memorias).- Ed. Belgeuse, “ Más allá del Purgatorio (Novela), Ed Belgeuse , “La Infancia Mágica “ (Biografía).- Ed. Belgeuse Es autor teatral y algunas de sus obras son: “La Tienda” (Ed. Escélicer)- Premio Nacional de Teatro, “El llanto de Ulises” (Ed. Escélicer)- Premio Guipúzcoa, “El Cometa Azul”, “Gente de Quirófano” (Ed. La Avispa) Premio Provincia de Valladolid, “Los globos de Abril” (Ed. Escélicer)

 

 

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