Así arranca la narración de Rosa, una de las presuntas víctimas de las 'terapias sexuales' de Jesús Madrid, que el periodista Pepe Rodríguez recogió en un capítulo de su libro 'La vida sexual del clero'. En esta obra, escrita en 1995, ya ahondaba en los «hábitos terapéuticos» del religioso.
La delicada situación de Rosa la llevó, según relata, a acudir a unos cursos en la organización en los que entró en contacto con Madrid y éste se ofreció a ayudarla. «Él, que vendía tan caro su tiempo, que no tenía tiempo para nadie, sí tenía tiempo para mí (...) Yo me sentía alguien especial e importante para él, una privilegiada».
«Desde un primer momento confié ciegamente en él (...); la única persona del mundo a la que yo me podía abandonar, ser yo misma, mostrar toda mi debilidad y vulnerabilidad».
«Desde el primer día que entré en su despacho, me sentía como en otro mundo, creaba un clima tan propicio, tan agradable, que hubo momentos que yo los comparé a como debe sentirse un niño en el claustro materno (...) Era tan agradable estar con él, te hacía sentir persona, te repetía una y otra vez 'yo te acojo, te acepto, te quiero y te trato con cariño'».
«Ya la primera vez que nos entrevistamos, pasamos rápidamente de la mesa de despacho al pequeño sofá que había junto a su mesa, argumentando que así estaríamos más cómodos. También cerró la puerta con llave (...) Al principio yo estaba asustada, ciertamente, pero enseguida me relajé; él me acariciaba la cara, la cabeza, el cuello, los hombros y la espalda y me repetía una y otra vez que confiara en él (...)».
«En esa situación de entrega total a esa persona -yo habría dado la vida por él si me lo hubiera pedido- comenzaba el otro ritual; él me desnudaba poco a poco (...) me tocaba y me besaba en todo el cuerpo (...) Jesús me prometía que no iba a mirar y solo me acariciaba con los ojos cerrados...».
Si (
No(
