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Opinión: “Mi Pequeño Manhattan…”

Navidad: La reconciliación

Por Germán Ubillos Orsolich (*)

lunes 25 de diciembre de 2017, 22:19h
Navidad: La reconciliación

25DIC17 – MADRID.- A Dios, que es tremendamente humano, no le gusta nada vivir solo, por eso lo ha hecho desde siempre formando una trinidad, con el Hijo y con el Espíritu Santo.

A eso se le unía el problema de los hombres creados por él y encima a su imagen y semejanza. Decidió hacerse hombre para comprenderles mejor y hacerse como uno de ellos. Vemos que es muy sociable, que no le gusta nada la soledad y que es muy buena persona, incluso ha sido capaz de dar la vida por nosotros.

Toda su obsesión y su empeño ha sido reconciliarse con nosotros. La alianza desde Noé, David, Salomón, hasta Jesús de Nazaret, su hijo. Todo han sido alianzas, la antigua y la nueva, no habrá más diluvios.

Pero hay guerras y las hay porque no nos sabemos perdonar, y hay crímenes y violencia de género. Un hombre mata a su pareja o la tira por la ventana porque su alma está muy mal y por muchos policías, muchas leyes, muchas órdenes de alejamiento y muchas cárceles que se construyan, ese problema subsistirá y más si el continente europeo se olvida de Dios y se descristianiza. Tiene que operarse un cambio interior en nosotros que nos haga sentir que esa mujer o ese hombre al que maltratas eres tú mismo, que no hagas a otro lo que no quieras para ti, etc, hay que educar en esa idea desde pequeños y en los colegios.

Comprender por ejemplo que España entera ama mucho a Cataluña y que siempre los Gobiernos de Madrid y el resto de los españoles les hemos dado siempre lo mejor que teníamos, y toda clase de privilegios y que ellos deben de ser agradecidos y no ingratos, y que muchos de esos catalanes llevan el mal dentro de sus corazones y deben de comprender de una vez por todas que están totalmente equivocados; pero para eso necesitan una aceptación de sí mismos, de sus propias identidades. Yo soy Orsolich y tengo familia en Barcelona y he sido amigo íntimo de Gironella: Gironella escribía en castellano y no en catalán; y yo visitaba siempre La Sagrada Familia, y el Parque Guel, y las Ramblas y la Diagonal a las que tanto amo.

Sabemos desde siempre que Jesús ha venido a Belén para reconciliarse con nosotros, como todos nosotros en una relación directa entre el hombre y Dios, una enorme y hermosa reconciliación.

Y finalmente -me gusta ser breve -, algo importante; “La reconciliación con nuestros propios cuerpos”. Creo que la Iglesia Católica ha hecho en el pasado un daño a sus fieles entre los que me encuentro yo mismo; han sugerido una dicotomía entre el alma y el cuerpo y eso además de un error ha hecho sufrir mucho a mi generación. El sexo estaba prohibido, todo era pecado, eso fue llevado hasta un extremo casi inaceptable, y ese fue un error tan patente que ha hecho sufrir muchísimo a muchas personas. Demasiadas. Él otro día, a la altura de mis años, con los premios, libros y distinciones que poseo y lo digo con toda humildad, pues sabéis que me siento un escritor católico de la segunda mitad del siglo XX, me acerque al confesionario y le dije al joven sacerdote: “Mire usted, aquí no vengo a pedir la absolución, sospecho que puedo ser yo el que se la tengo que dar a usted”. Sepan lectores que todo es simbólico pero también muy real, el sacerdote no tenía tiempo, tenía que salir pitando a decir la misa, pero aún pude decirle; “mire los únicos pecados son: matar a una persona de un tiro en la cabeza, o robarle a un pueblo sus esperanzas y sus dineros, lo demás es una engañifa y un embuste, ustedes durante décadas nos han ido cargando de pecados, responsabilidades y de sentimiento de culpa, muchos les han abandonado. Demasiados. Otros han apostatado, otros se han desesperado, pero yo no, yo vengo aquí a reconciliarme con mi cuerpo, que es lo primero de todo y de terminar para siempre con esa angustiosa dicotomía entre el cuerpo y el alma”. “El cuerpo tiene sus necesidades y yo las voy a cumplir a rajatabla. Y el alma es otra cosa: El alma solo es de Dios”.

Estoy convencido que si todos los hombres nos reconciliáramos con nuestros propios cuerpos habría muchos menos violencias, guerras, corrupciones y violencias de género.

Y esta es la Navidad, el deber de reconciliarnos con el hermano que sufre de hambre de sed y de frío, tirado por las calles inhóspitas de estas inmensas megalópolis tan contaminadas.

Y también el deber de reconciliarnos con nosotros mismos. Que no es moco de pavo.

(*) Germán Ubillos Orsolich es Premio Nacional de Teatro, dramaturgo, ensayista, novelista y escritor.

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