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DIÁLOGOS CINÉFAGOS

Cartel cinematográfico del documental «La espalda del mundo»
Cartel cinematográfico del documental «La espalda del mundo»

Niños de polvo

miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
Los niños del documental «La espalda del mundo» emanan una particular sabiduría. Al escuchar sus golondrinas voces en el polvo nos sentimos con ellos « abrumados de imposibles presagios. » Indagaremos en las heridas que produce este film, o mas bien una parte de éste, la de los niños picapedreros en los suburbios de Lima.
El documental « La espalda del mundo », del director peruano Javier Corcuera, está formado de tres partes, las cuales tienen en común el tema de las injusticias sociales y políticas. Cada una de estas partes tiene un contenido impactante, sin embargo hoy me concentraré en la primera parte « El niño ». Guinder Rodriguez, un niño de once años, nos interna en un microcosmos extremadamente conmovedor, el de los niños picapedreros de un suburbio de Lima.

Es sabido que un niño en escena acapara toda la atención del espectador. Pero cuando ese niño tiene algo de esencialmente adulto, la atención se transforma en vértigo. Lihn nos habla de « la nariz sucia, símbolo de inocencia y de precocidad » , pero cuando la nariz sucia es parte de todo un cuerpo sucio con polvo de roca y humo toxico, la precocidad doblega a la inocencia.

Qué tiene Guinder de esencialmente adulto ? Para contestar esta pregunta podríamos empezar por escuchar su discurso. Guinder cuenta que cuando llega a su casa, habla con sus hermanos cosas de niños, como por ejemplo – cuanta roca vendieron, si ésta estaba muy dura, si hubo accidentes – Pero hay algo mas profundo que sus intereses o sus temas de conversación que lo hacen tener algo de esencialmente adulto. Quizás su mirada, que en si misma da cuenta de demasiada experiencia.

Pero hay algo mas rondando en la parte de adulto que tiene Guinder. Para intentar entenderla ahondaremos en lo que podríamos llamar auto-compasión social. Nos referimos con esto al sentimiento de conmiseración presente en un individuo originado por su condición social. Podríamos conjeturar que a menudo los niños no conocen la verdadera auto-compasión social porque la vida se les ha presentado de cierta manera y no conocen otra. Por el contrario, Guinder ya posee un principio de auto-conmiseración que creo percibir en ciertas de sus frases.

Observando este documental aprendí lo siguiente. Si alguien expresa compasión por si mismo, genera menos compasión ; el lugar del ente compasivo ya esta utilizado, así es que el espectador no necesita llenar ese lugar. Uno de los personajes de « La espalda del mundo », un amigo de Guinder, es una aparición encantadora, una especie de centro de gravedad del documental. Al explicar con su tímida voz las riesgosas tareas que ejecuta, manifiesta una falta absoluta de auto-compasión, contrastando fuertemente con la anciana que lleva la comida a los niños, cuya misma voz es un lamento.

Pero el problema de la adultez de Guinder aun se nos escapa. Tal vez debiéramos volver a invocar a Lihn : « listos para reanudar nuestra lucha en secreto, por no sabíamos, no ignorábamos qué causa. » Esta aparente contradicción puede, en una segunda lectura hacernos intuir lo que distingue a los niños de los adultos. Los niños « no saben, no ignoran », mientras los adultos por el contrario « saben, ignoran ». Guinder no sabe y no ignora, pero esta empezando a saber.

Nada de lo que he dicho hasta el momento me parece realmente central. No importa cuantas veces vea el film, siempre hay algo que se me escapa ; quizás esto sea una muestra de la complejidad y el valor de este documental. Corcuera nos interna en un microcosmos donde hay una moral interna y una visión particular de la vida. En este mundo el contacto con la fe en la vida se va desvaneciendo con los años, y los sueños de los niños se transforman en amarguras de ancianos. « En un abrir de ojos brillantes y un cerrar de ojos opacos. » Un anciano picapedrero utiliza una expresión elocuente al decir que trabaja la piedra para « poder pasar la vida pues » y agrega « yo tengo setenta años, todavía no estoy viejo, tengo que luchar todavía algo mas ».

Si la era de la información no nos ha embrutecido e insensibilizado completamente aun, este documental nos generará una fuerte indignación Sin embargo hay ciertos momentos en el film donde se muestra a los niños fuera del trabajo, y en esos momentos, cuanta libertad hay en sus rostros ! Es delicioso verlos corriendo cerro abajo, o agarrándose la cabeza de la risa en el circo frente a un payaso cuyo mejor chiste es decir que él no trabaja porque sus padres trabajaron tanto en su vida, que él nació cansado. En una imagen probablemente puesta en escena, los niños le lanzan piedras (de las mismas que ellos rompen) a una botella vacía de Inca-Cola, la gaseosa mas bebida en el Perú. En una simbólica venganza, la destrozan.

En este documental se muestra mucha injusticia. Sin embargo, desde esta indignante miseria material emerge una profunda riqueza humana. Nosotros, quienes no pasamos toda nuestra infancia trabajando en condiciones extremas, no tenemos acceso directo a esta riqueza humana ; esperemos que este film pueda ayudarnos a intuirla.
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