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DIÁLOGOS CINÉFAGOS

Psicoanálisis de una masacre.

Cartel cinematográfico de la película “Vals con Bashir”
Cartel cinematográfico de la película “Vals con Bashir”
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:21h
La moderna guerra de religiones sufriría un hermoso traspiés si Irán e Israel tuvieran un diálogo amoroso a nivel político, pero me temo que eso no sucederá en el corto plazo. Me contentaré entonces con hacer dialogar simbólicamente a persas y hebreos a nivel cinematográfico.
En el primer “diálogo cinéfago” se habló sobre cine iraní, en particular sobre la brillante y honesta Persépolis de Marjane Satrapi. Hoy quiero hablar sobre una película que entra en el terreno más oscuro de la historia israelí, libanesa y palestina.

La película Vals con Bashir, de Ari Folman, es un documental de animación israelí estrenada un año después de Persépolis. Como ésta, es una animación para adultos, contiene trozos de autoficción y está narrada en primera persona. Ambos realizadores toman la bandera de su pueblo en un intento de redención, aunque difieren profundamente en el grado de culpa que los anima. Vals con Bashir nace del subsuelo, brota de una culpa tan abrasadora que el mismo film toma forma de psicoanálisis. El impulso que lo mueve viene, usando la expresión de Gabriela Mistral, "de los profondores recónditos" y de "los puñados de huesos".

El narrador (Ari), un burgués de izquierda -como todos sus entrevistados- ha “olvidado” por completo su participación en la masacre de Sabra y Chatila donde miles de palestinos fueron asesinados. Solo retiene un recuerdo : él y dos soldados más saliendo desnudos de un mar nocturno, frente a edificios destruidos e iluminados al amarillo con bengalas que caen suavemente.

La pregunta que está en el fondo durante toda la película es : ¿cuál fué su grado de participación en la masacre ? ¿Dónde estaba él en el momento de los hechos ? Poco a poco, a medida que dialoga con antiguos compañeros de armas y psicólogos, va reconstruyendo hechos que se van mostrando como flashbacks de memoria (suya y ajena), mezclados de manera sutil con imágenes oníricas.

Folman tiene un acercamiento feroz y sin contemplaciones hacia su propio país y en eso se aproxima de nuevo a Marjane, la Mafalda persa. Muestra la gran debilidad humana y mental de muchos miembros de Tsahal (la armada israelí), y la tremenda alienación que se genera en algunos soldados. Es extraño, pero entendemos mucho mejor la guerra en esta película anti-militarista de animación que en cualquiera de los filmes hollywoodienses ultra-realistas de guerra, donde suele hacerse una apología subterránea de la guerra.

En una de las primeras escenas que recuerda, su superior le encarga deshacerse de los muertos y heridos. En el camino, Ari y un subordinado van disparando sin saber hacia donde en la oscuridad. Entonces su subordinado le pregunta: “¿no es mejor rezar?”, y Ari responde algo que resume muchas cosas : “reza y dispara”.

El recuerdo es más cercano a una nueva experiencia que a una mirada objetiva del pasado. En este film sobre la memoria (o la autocreación) sabemos desde un comienzo que el pasado se nos aparece borroso, y que nunca recordamos lo que puede destruir nuestra integridad mental. Por eso el narrador va poco a poco “recordando”, a la velocidad de la mala conciencia.

Una masacre está fuera de la esfera de lo humano. Está en una zona abyecta desde donde no hay vuelta a la humanidad. Nada de lo que Ari Folman -ni Lanzmann, ni Resnais- nos muestren, pueden acercarnos a la experiencia de las víctimas de esa bestialidad. Incluso aunque al final del film hay imágenes documentales de los montones de cuerpos en descomposición, una parte de la masacre queda inaccesible a nuestra experiencia. Y alegrémonos de que así sea, porque si ingresáramos a lo íntimo de ésta, correríamos el riesgo de dejar de tener fe en el ser humano (si es que aún la tenemos).

Esta película (fundamental para el medio oriente y muy poco vista) nos enfrenta a un periodo negro de la historia de Israel, del Líbano y de Palestina. Es una gran muestra de valentía del realizador volver a ese periodo que nadie quiere recordar, y menos aun, asumir. Qué bien nos haría a todos asumir lo que nuestros culpables países han hecho, quizás eso evitaría que los antiguos torturadores fueran los actuales senadores en América Latina, o que los fascistas disfrazados sean importantes dirigentes europeos.

Esta película sobre el olvido de la memoria personal también nos recuerda el olvido de la memoria colectiva. Cuando se supo en Israel sobre la matanza de Sabra y Chatila, quinientos mil manifestantes salieron a protestar a las calles en Tel Aviv, pero la responsabilidad de Sharon (ratificada por la comisión Kahan, la cual lo consideró inapto para la función pública) fue olvidada años después al ser elegido primer ministro de Israel. Por otro lado, Elie Hobeika, considerado el responsable material de la matanza, nunca fue juzgado y también ocupó importantes puestos en el gobierno libanés.

En la novela En Busca del tiempo perdido, el narrador Marcel sugiere que sin su intensa pasión por la infiel Albertina, sus ideas no se habrían desarrollado : "(Albertina) me fecundó con el dolor". La fuente de inspiración de los directores de cine -y me refiero a los verdaderos directores- siempre es un real y profundo dolor que los fecunda. Sin embargo Ari Folman va aun mas lejos, nosotros no somos solo los espectadores de su dolor, sino también parte de su redención. Nos traspasa su terrible carga ; las verdaderas víctimas no están haciendo películas, pues hoy no son mas que un puñado de huesos. Ahora solo queda saber qué haremos nosotros con esta carga.
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