Los propietarios de la bodega de Pedrosa de Duero, Paco Rodero y Conchita Villa nos citaron en el Casino de Madrid acompañados por el enólogo de Capellanes Paco Casas. Sus vinos de Parcela El Picon se desnudaban, en primicia, en una cata histórica. Allí concurría expectante un grupo de buenos amigos: El Ghota de la prensa especializada madrileña. Los maestros Bartolomé Sánchez, Enrique Calduch, Andrés Proensa, Fernando Gurucharri, Jesús Flores, J.L Peiró (Pep), Antonio Ivorra…. Y la savia nueva: José Luis Casado, Antonio Casado… La editora de Mercados del Vino Mónica Muñoz, las periodistas Paz Ívison, Alexandra Sumasi, Concha Crespo, Pilar de Haya…
Constituyó un hecho de extraordinaria humildad que nuestros anfitriones se ofrecieran a desvestir unos vinos que tienen sobrado prestigio dentro y fuera del país. Y a fe que no fue en vano. Pago de los Capellanes cultiva solamente una casta: el Tinto Fino que es la versión del afamado Tempranillo que reina en Ribera del Duero. Con este varietal, sin ayuda de otras uvas aprobadas por la D.O. hace sus reconocidas elaboraciones. La génesis y evolución de los vinos tintos de Parcela el Picón tuvo su origen en una obsesión, la de elaborar vinos con marchamo de exclusividad y excelencia. Paco Rodero - el padre de la criatura -, relató como contrató al druida Casas, recién salido de la Universidad en 1996, para incorporarlo como enólogo a Pago de los Capellanes.
Comenzamos a catar la primera añada y más antigua, la del 98, para concluir con la más joven, (y non nata), del 2009. Paco Casas conducía el trayecto dionisiaco con la maestría de quien conoce bien sus vinos, y nos proporcionaba - con gran erudición -, datos interesantes de vitivinicultura de las distintas añadas ( incidencias del ciclo vegetativo, climatológicas, de recogida del fruto, tiempo y temperatura de maceración, de fermentación, pruebas con distintos tipos de robles…) Y del dilema de cómo bautizar este vino de terruño. La duda se resolvió cuando cayeron en la cuenta del curioso perímetro de la parcela de donde proceden las uvas. Tiene forma de pico. ¿Adivinan el nombre del vino? Pues eso. ¡Lo llamaron Picón!.
Las añadas del 98 y 99 permanecían increíblemente vivas. La segunda de ellas, la del 99, me sorprendió por la fruta compotada que todavía conserva. Según se sucedían las añadas y probaba los más ‘jóvenes’, retrocedía para volver a los ‘ancianos’ del pasado siglo; comprobando con asombro como se iban abriendo, para volverse cada vez más complejos y como me mostraban sus escondidas notas especiadas, torrefactos, tabaco, mineralidad … y todavía la fruta.
Estupenda la añada la del 2003. Fastuosas las del 2004 y 2005, también la del 2006. Me gustaron tanto las tres que me costó decidirme por una. No sé, si influenciado por Paco Casas aprecié (volviendo a catar), más finura en el Picón del 2005 que en los 2004 y 2006. Este último, el del 2006 – recuerden que no está a la venta -, quizá con algo más de potencia y juventud. En este punto hay que precisar que la concurrencia dividió sus preferencias. En mi caso, les pido disculpas si no les aclaro por cual de la triada me decido. Es el problema de estar en presencia de lo excepcional. Casas, sin dudarlo, vaticinó que son vinos que todavía van a mejorar con la crianza en botella. Creo que ninguno de los reunidos dudamos de este aserto.
Terminamos con otra sorpresa, un vino que se está haciendo: el Picón de la añada del 2009. Se nos dio a probar en primicia, y verdaderamente es un vino bien distinto a sus hermanos mayores. Paco Casas nos advirtió, para que lo tuviéramos en cuenta, del tiempo que todavía le queda de botellero, y pese al aviso, nos agradó su elegancia, complejidad y potencia. Observaran que no les hablo de las añadas 2007 y 2008. Nada les comentaré de ellas porque Paco Rodero y su enólogo decidieron que no tenían la categoría para vestirse de Picón. (Seguramente integrarían el ensamblaje de otros excelentes vinos de Pago de los Capellanes. Hace tiempo ya les hablé del formidable El Nogal. Es un vinazo por el que tengo predilección… y es bastante más asequible, ‘si la bolsa sona’).
Enólogo y propietario, relataron como han ido aprendiendo - y evolucionando sobre la marcha-, para perfilar una personalidad individualizada de lo que se entiende como vino de terroir. Nos desvelaron algunas curiosidades sobre el camino recorrido hasta llegar al día de hoy. Por ejemplo, que la crianza en barrica - siempre de tostado medio - comenzó con 16 meses y que en 2003 la prolongaron a 26 meses, casi al doble de tiempo en madera. Otra novedad capital fue la incorporación en la añada del 2004 una pequeña porcion de barricas de la tonelería francesa de más prestigio, las T5 de Taransaud, fabricadas con un roble que ha secado al aire libre durante cinco años. Rodero y Casas, al comprobar como evolucionaba El Picón en combinación con las T5 de Taransaud, viajaron a Francia para convencer al propietario de la tonelería (solo vende, anualmente, dos barricas por bodega) de que les aumentara el cupo de las escasísimas y cotizadísimas T5, porque son las que mejor respetan las características de Parcela El Picón, yconservan la frutosidad de estos vinos de crianza tan prolongada… Persuadido el francés del buen fin de la transacción (me imagino que le proporcionaron algunas muestras del tintazo), accedió a aumentar el cupo a quince barricas. De ello se benefició la añada del 2005. Los Picones del 2006 y 2009 hicieron su crianza integramente en las nobles ‘barrigas’ de las T5 francesas.
Concluyamos que además de las dos elaboraciones Premium: Parcela El Picón y El Nogal, la bodega Capellanes hace un crianza y un reserva muy buenos, de lo mejor de Ribera del Duero… y un roble que, para vino de diario, se sale. Dicho queda.